Diálogo / 70 años en 7 días (4)

 
El diálogo, en sus más variadas expresiones -interreligioso, intercultural, intergeneracional,…- es una expresión genuina del carisma de la unidad.

Con la vida y el paso del tiempo, el Movimiento continúa su expansión y la comprensión cada vez más profunda de su objetivo, la oración de Jesús en el huerto de los olivos: “Padre, que todos sean uno”. Pasando de intentar vivir el Evangelio y resolver los problemas sociales de Trento, a considerar el mundo su casa y a cada persona, un hermano por el que vivir. Para ir a su encuentro, van naciendo y desarrollándose los diálogos; diálogos que son anuncio respetuoso. Ya en 1966 Chiara había visitado Fontem (Camerún) y a la tribu bangwa, donde ya estaban algunos focolarinos médicos tratando de paliar la alta mortalidad infantil.

Pero el acontecimiento considerado fundacional del diálogo interreligioso del Movimiento, es la concesión a Chiara Lubich del premio Templeton. Estamos en Londres en 1977. Nos lo cuenta Enzo Maria Fondi, quien fue durante veinte años responsable del diálogo interreligioso de los Focolares, “Chiara se encontró ante un público que no podía ser más variado por raza, religión y cultura. También, una vez terminado su discurso de aceptación, percibió la misma sensación profunda que en África: las diferencias desaparecían, y le pareció que por un momento en aquella sala se había realizado el sueño de Jesús: ‘Que todos sean uno’. Quizá –se dijo- porque muchos creían en Dios, aunque fuesen de distintas religiones. Y era como si su presencia lo envolviese todo.”

Los primeros en felicitarla por el premio fueron los de otras religiones. Y ahí la intuición de una nueva apertura: llevar “su espíritu, su amor y su vida no sólo a distintas iglesias y comunidades eclesiales cristianas, sino también a los hermanos de otros credos”.

Se multiplican a partir de ahora los encuentros con otras religiones. Con Nikkyo Niwano, fundador de la Rissho Kosei-kai, quien invitó a Chiara en 1981 para hablar de su experiencia espiritual ante miles de fieles budistas en su aula sacra. Tras este encuentro, Chiara escribe en su diario: “Me parecía que Dios estaba allí. El público era como un campo bien arado, tan preparado que la semilla entraba hasta el fondo. ¡Y he anunciado a Jesús y a la Trinidad! Y todo era acogido como por alguien que sólo ansía oír estas cosas. ¡Qué impresión única al repetir a esas personas, que no lo conocen, las palabras de Jesús: ‘Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados’ (Mt 10,30), ‘Dad y se os dará’ (Lc 6,38), ‘Pedid y recibiréis’ (Mt 7,7).”

Y tras el viaje por Oriente, añade en su diario: “Me pareció comprender cuál puede ser el camino para llevar a Cristo a los budistas: amar a Jesús abandonado y desvelarles algo de su misterio. Mediante el amor a él, por una alquimia divina, se como se transforma el dolor en alegría. Y ellos tienen precisamente las cuatro nobles verdades para extinguir el dolor. Nosotros tenemos que ‘hacernos uno’ con ellos, anularnos, de modo que puedan descubrir a Dios en nosotros, y también hablar, porque fides ex auditu (‘la fe viene de la predicación’). Además, no hay diálogo sin la palabra.”

Como precisaría también Enzo Maria Fondi: “Más que hablar de la cruz, lo que da testimonio e impresiona es morir a uno mismo para hacerse uno con los demás.”

Todas las citas proceden de: FONDI, E.M y ZANZUCCHI, M.: Un pueblo nacido del Evangelio. Madrid: Ciudad Nueva, 2005

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