Evangelio vivido

 
Pequeños gestos motivados por la convicción de llevar a la práctica las palabras del Evangelio nos transforman y producen cambios a nuestro alrededor.

Sostener al hermano

Tiempo atrás, un amigo con quien compartimos el ideal de la unidad perdió su trabajo. En ese momento, pensando en la “regla de oro” comencé a acercarme al él con el afán de ayudarlo, de la misma manera que me hubiera gustado que hicieran conmigo en esa situación.

Descubrimos, entonces, que él podría realizar el mismo trabajo que comencé a hacer yo años atrás, luego de perder un trabajo en el que tenía 29 años de antigüedad.

Al principio fui más cauteloso para evitar que se sintiera presionado, y ya en septiembre, animado por la palabra de vida de ese mes “Anímense y estimúlense mutuamente”, comencé a insistirle para que se lanzara con su negocio, a pesar de que representa una competencia a lo que yo hago. Los dos estamos hoy haciendo alquileres temporarios.

Comencé por instarlo a que acondicionara sus departamentos, luego continué enviándole clientes que me llamaban para alquilar, y finalmente dedicamos en casa toda una mañana para publicarlos en Internet. Almorzamos juntos, y al final la Providencia de Dios, que ya estaba en medio nuestro, se hizo presente y apareció la primera reserva directa desde Internet, tan solo a media hora de haberlo publicado.

Ahora me siento un poco más hermano de Sergio.

Héctor Arrieta (Rosario)

A mis 60 años, cuando debí cerrar otra empresa y empezar nuevamente, encontré en este hermano la respuesta de la Providencia, en quien siempre confío y haciendo mi parte.

Él debió insistir mucho más de la cuenta, dada mi resistencia, con algunos aspectos del negocio en el cual él tiene sus talentos y yo no. Su amor fue tan concreto que hoy ya marcha este negocio y se perfila, junto a otras actividades que sigo haciendo, como un medio de vida para el sostén de mi familia.

Cada día trato de vivir el servicio y el amor del Evangelio con los clientes en atenderlos y preparar los alojamientos, como si Jesús fuera el huésped, generando vínculos con los mismos que van más allá de lo comercial.

La Providencia está, basta estar dispuestos a descubrirla y además, descubro una vez más, la belleza de Jesús en Medio en el trabajo.

Sergio Schöne (Rosario)

A cortar el pasto

Vivo sobre una calle sin asfalto, cortada (sin salida), donde somos pocos vecinos y prácticamente no hay tránsito. Mantenerla limpia y con el pasto cortado depende de todos los que vivimos en esa misma cuadra.

Con la llegada de la primavera, la lluvia y el sol, el pasto comenzó a crecer a gran velocidad. Si bien me gusta mantener prolija la entrada de mi casa, en reiteradas ocasiones me veo obligado a cortar más de lo que me corresponde porque el resto de los vecinos no lo hacen con la frecuencia necesaria. La última vez me estaba llevando más tiempo de lo normal y por dentro me daba un poco de bronca, porque uno de mis vecinos que tiene una máquina más potente que la mía sólo cortaba la parte de su casa y no los sectores que tenemos “en común”.

Sin embargo, en un momento me dije: “Cortar este sector no tiene que ser un acto de egoísmo sino un bien para todos”. Cuando fui a buscar la herramienta que necesitaba para ponerme en acción, mi vecino (que a veces se enoja bastante) ya estaba en ese sector con su máquina “poderosa”.

Nos saludamos, hicimos comentarios de rigor referidas a las inclemencias del tiempo, y me dispuse a cortar el pasto. Entre el ruido de los motores, noté que me hacía señas. Apagué y me dijo: “Dejá que yo lo corto. En menos de cinco minutos lo termino”. Y así fue. En un ratito ya estaba todo el pasto cortado, el del frente de su casa, el de mi casa y el espacio en común. Sólo bastó dar un primer paso.

Santiago Durante (La Plata, Buenos Aires)

 

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