Movimiento de los Focolares
Un balance que habla de paz, formación, salud e inclusión

Un balance que habla de paz, formación, salud e inclusión

“Hemos decidido contar historias de cercanía y fraternidad que son fruto del compromiso de muchas personas y comunidades que, cada día y en todo el mundo, tratan de generar confianza”. Con estas palabras, Margaret Karram, presidenta del Movimiento de los Focolares, inauguró la presentación del Balance de Comunión 2024 (BdC), que tuvo lugar el 6 de noviembre de 2025 en el Pontificio Instituto Patrístico Augustinianum de Roma. Un documento que va más allá del informe económico y narra las obras activas en diferentes países vinculadas a los Focolares y su impacto específico en las personas, las comunidades y los territorios. “No se limita a medir números, sino que narra relaciones”, subrayó la hermana Alessandra Smerilli, secretaria del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. “La comunión es un bien estratégico. No se trata simplemente de compartir recursos, sino de construir vínculos que generan confianza, cohesión y resiliencia. En términos económicos, es capital relacional: reduce los costos de exclusión, favorece la participación y habilita procesos de desarrollo humano integral. Donde hay comunión, la fragilidad se transforma en oportunidad, porque quien se integra en redes de reciprocidad tiene más posibilidades de salir de la marginación. En una época de grandes desigualdades, este balance es una denuncia profética y una buena noticia: cada acto individual es importante”.

Ruperto Battiston, corresponsable para la gestión económica de los Focolares ilustra las cifras: “El BdC 2024 registra entradas de 8,1 millones de euros procedentes de donaciones, de la libre comunión de bienes de los miembros y de contribuciones de instituciones externas para proyectos formativos. Las salidas son de 9,6 millones de euros que se han destinado a iniciativas que generan valor a largo plazo: proyectos locales, ciudadelas, obras sociales y programas de formación y culturales, así como para el sostenimiento del Centro Internacional.

Gracias a una comunión de los bienes extraordinaria de 208 568 euros fue posible ayudar a las personas del Movimiento que se encuentran en situaciones de especial necesidad y las estructuras que ayudan a los pobres.

Además, la Economía de Comunión distribuyó 394 ayudas individuales y sostuvo 14 proyectos en 13 países, por un total de 669.566 euros.

Entre los muchos datos disponibles, este año hemos decidido destacar las cantidades destinadas a las estructuras dedicadas a la protección de la persona y a la formación en materia de protección, como nos ha sido recomendado también por el reciente informe de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores”.

DESCARGA el Balance de Comunión en italiano clicando aquí. La traducción a otros idiomas estará disponible en breve.

Se hizo la presentación de cinco entre las obras ilustradas en el Balance: Fo.Co. ONLUS – Italia: una cooperativa social que acoge a inmigrantes y a menores no acompañados, promoviendo inclusión y trabajo. Ha rehabilitado un antiguo convento y lo ha convertido en un centro de acogida; UNIRedes – América Latina: una red de 74 organizaciones activas en 20 países, que llega cada año a miles de personas con proyectos educativos, de salud y culturales. El Centro Médico Focolares – Man, Costa de Marfil: creado durante la guerra civil, hoy en día es un centro sanitario abierto las 24 horas del día, con servicios de telemedicina y hospitalización. Focolare Carpentry – Filipinas: un centro de formación profesional en carpintería que ha restituido dignidad y trabajo a más de 300 jóvenes excluidos del sistema escolar. TogetherWEconnect – Israel y Palestina: un proyecto educativo que involucra a 500 estudiantes en itinerarios de diálogo, autoestima y ciudadanía activa.

“La comunión no es asistencialismo, sino protagonismo y reciprocidad”, explicó Moira Monacelli, de Caritas Internationalis. “Estar presente no significa solo hacer por, sino caminar con”. Las obras descritas en el Balance nacen de un amor concreto, que se traduce en escucha, corresponsabilidad, formación y confianza en la Providencia. Dar esperanza no es decirlo con palabras”, concluyó Monacelli, “sino construir comunidades donde la fraternidad se haga realidad”.

Stefania Tanesini

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9).

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9).

Recientemente, un observatorio creado por tres universidades italianas ha señalado que en un año ha habido más de un millón de mensajes de odio en la red, y cada vez son más violentos los dirigidos a extranjeros, a judíos y sobre todo a mujeres.

Está claro que no podemos generalizar, pero cada uno de nosotros ha experimentado en la familia, en el trabajo, en el ámbito deportivo, etc. comportamientos conflictivos y ofensivos y rivalidades que dividen y ponen en peligro la convivencia social. Además, más globalmente, hay en el mundo 56 conflictos armados, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial, con un altísimo número de víctimas civiles.

Ante este panorama, resuenan más provocadoras, verdaderas y fuertes que nunca las palabras de Jesús:

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios».

«Todo pueblo y toda persona tiene un profundo anhelo de paz, de concordia y de unidad. Pero a pesar de los esfuerzos y la buena voluntad, después de milenios de historia nos vemos incapaces de mantener una paz estable y duradera. Jesús vino a traernos la paz, una paz –nos dice– que no es como la que “da el mundo” [1] , porque esta no es solo ausencia de guerra, de luchas, divisiones y traumas. Su paz es también todo esto, pero es mucho más: es plenitud de vida y de alegría, es salvación integral de la persona, es libertad, es justicia y fraternidad en el amor entre todos los pueblos»[2].

La palabra de vida de este mes es la séptima de las bienaventuranzas, con las que inicia el discurso de la montaña (Mt 5-7). Jesús, que las encarna todas, se dirige a sus discípulos para instruirlos. Hay que señalar que las ocho bienaventuranzas están formuladas en plural. De ello podemos deducir que no se pone el acento en un comportamiento individual o en virtudes personales, sino más bien en una ética colectiva que se practica en grupo.

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios».

¿Quiénes son los que trabajan por la paz? Esta «bienaventuranza es la más activa y explícitamente operativa; la expresión verbal es análoga a la que se utiliza en el primer versículo de la Biblia para la creación, e indica iniciativa y laboriosidad. El amor es por naturaleza creativo […], busca la reconciliación a cualquier precio. Son llamados hijos de Dios aquellos que han aprendido el arte de la paz y lo practican, quienes saben que no hay reconciliación sin dar la vida y que hay que buscar la paz siempre y en cualquier caso. […] No se trata de una obra autónoma fruto de las capacidades que uno tiene: es una manifestación de la gracia que hemos recibido de Cristo, que es nuestra paz, que nos ha hecho hijos de Dios» [3].

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios».

Entonces, ¿cómo vivir esta palabra? Ante todo, difundiendo por todas partes el amor verdadero. Luego, interviniendo cuando la paz esté amenazada en nuestro entorno. A veces basta escuchar a las partes enfrentadas con amor, hasta el fondo, para ver una salida.

Además, no nos rendiremos mientras no se restablezcan las relaciones interrumpidas, en muchos casos debido a una pequeñez. Podríamos poner en marcha –en la entidad, asociación o parroquia de la que formamos parte– iniciativas concretas dirigidas a desarrollar una mayor conciencia de la necesidad de paz. Hay en el mundo miles de propuestas, grandes y pequeñas, que actúan en esta dirección: marchas, conciertos, encuentros; y también el voluntariado activa una corriente de generosidad que construye la paz.

Hay además programas de educación a la paz, como Living Peace. A día de hoy, más de 2.600 colegios y grupos se adhieren a este proyecto, y más de dos millones de niños, jóvenes y adultos de los cinco continentes participan en sus iniciativas. Entre ellas está el lanzamiento del «dado de la paz» –inspirado en el dado del arte de amar de Chiara Lubich[4] – en cuyas caras están escritas frases que ayudan a construir relaciones de paz; y también una iniciativa que se desarrolla en todo el mundo, el Time-out: cada día a las 12.00 se hace un minuto de silencio, de reflexión o de oración por la paz.

Augusto Parodi y el equipo de la Palabra de Vida


Foto: © De Rezende Maria Clara – Sito Living Peace – Copertina Guida 2025-2026

[1] Cf. Gv 14, 27

[2] C. LUBICH, Palabra de vida de enero de 2004, en Ciudad Nueva n. 405 (1/2004), 22.

[3] FRANCISCO, Audiencia general, 15-4-2020: La ley de Dios. Catequesis sobre los mandamientos y las bienaventuranzas, Ciudad Nueva, Madrid 2020, pp. 155-156.

[4] LUBICH, El arte de amar, Ciudad Nueva, Madrid 2006, 2012

Novedad editorial: un magnífico jardín

Novedad editorial: un magnífico jardín

El Movimiento de los Focolares y los religiosos, un vínculo que tiene sus orígenes en los comienzos de la historia del Movimiento de los Focolares: es una densa trama de relaciones entre Chiara Lubich – fundadora de los Focolares– y consagrados de varias familias religiosas. Un nutrido grupo de mujeres y hombres entregados a Dios a través de las más variadas espiritualidades que han inspirado y acompañado a Chiara en los primeros años del Movimiento. Todo ello está narrado en el libro que lleva como título Un magnífico jardín. Chiara Lubich y los religiosos (1943-1960) a cargo del Padre Fabio Ciardi y de Elena Del Nero.

Partamos del título: “Un magnífico jardín”. ¿Nos lo pueden ustedes explicar?

Elena Del Nero es Doctora en Historia y Ciencias filosófico-sociales por la Universidad “Tor Vergata” de Roma (Italia). Trabaja en la sección histórica del Centro Chiara Lubich de Rocca di Papa (Italia). Es autora de ensayos y volúmenes sobre la historia del Movimiento de los Focolares.

Elena Del Nero: “La imagen evocativa, usada por Chiara Lubich ya en el año 1950, se refiere a la Iglesia, en donde han surgido, en el tiempo de la historia, los diferentes carismas. Cada uno de ellos es precioso en su particular belleza, enraizada en la palabra evangélica que la ha inspirado. Sin embargo, juntos, componen una armonía de matices que enriquece a la Iglesia”.

El libro se compone de una reconstrucción histórica y de una reflexión teológico-eclesial. ¿En qué consisten estos conceptos?

Elena Del Nero: “La reconstrucción histórica se concentra solamente en dos décadas, desde el nacimiento del Movimiento hasta el año 1960, porque se trata de años muy ricos y densos de documentos y contenidos que atañen al tema examinado. En cambio, la lectura teológico-eclesial abarca una dimensión temporal más extensa, pues dilata la mirada hasta la lectura más reciente del magisterio. Nos parece que de esa forma el panorama propuesto resulta más amplio y detallado”.

La figura de los religiosos, entonces, siempre ha estado en la Obra de María, desde su nacimiento. ¿Cuál es el sentido de la presencia de los religiosos en el Movimiento?

Padre Fabio Ciardi: “Dar nueva vida a la unidad en la Iglesia, respondiendo a la oración de Jesús: ‘Que todos sean uno’ (Juan 17,21), era el ideal al que Chiara Lubich se sentía llamada. Su Movimiento continúa esa gran misión de promover entre todos los hombres la comunión y la unidad. ¿Qué unidad sería si faltaran los religiosos? Ellos expresan la riqueza carismática de la Iglesia, mantienen viva la experiencia de los grandes santos. Chiara quiso involucrarlos en su ‘divina aventura’, así como quiso integrar a todas las personas, cualquier vocación ellas tuvieran”.

¿Qué beneficio han tenido los religiosos y sus Órdenes en el diálogo con Chiara Lubich y la espiritualidad de la unidad de los Focolares?

El Padre Fabio Ciardi es oblato de María Inmaculada, profesor emérito del Pontificio Instituto de Teología de la Vida Consagrada Claretianum de Roma (Italia); es autor de numerosas publicaciones; desde el año 1995 es Consultor del Dicasterio Vaticano para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica y desde el año 2022 è Consultor en el Dicasterio Vaticano para el Clero.

Padre Fabio Ciardi: “Desde los comienzos, religiosos de diferentes órdenes se han sentido atraídos por la frescura evangélica manifestada por Chiara y por los primeros miembros del recién nacido Movimiento, porque los conducía a la radicalidad de su elección. Ellos percibían un nuevo amor por la propia vocación, la entendían de una manera más profunda, se sentían integrados a una comunión que les recordaba la primera comunidad cristiana descrita en los Hechos de los Apóstoles”.

¿Qué efecto ha tenido sobre Chiara Lubich la cercanía de los religiosos desde los inicios del Movimiento?

Padre Fabio Ciardi: “Su presencia se reveló providencial para Chiara, porque permitió una confrontación con las grandes espiritualidades cristianas surgidas a lo largo de la historia; una comparación que la ayudó a entender de una forma más profunda su misma vocación, enriqueciéndola con la comunión de los santos. ‘Uno tras otro –escribe pensando en los santos de quienes los religiosos son testigos– pareciera como si se hubieran ido acercando a nuestra Obra para darle aliento, para iluminarla y ayudarla’. Por un lado, la relación con los santos confirma ciertos aspectos de la vida de la Obra de María. Por el otro, la comparación con sus vidas y sus obras muestra toda la originalidad de esta nueva contemporánea obra de Dios”.

La presencia de los religiosos en los Movimientos eclesiales, ¿es fuente de enriquecimiento recíproco? ¿O se corre el riesgo de crear caos y pérdida de identidad?

Padre Fabio Ciardi: “Ninguna injerencia en la vida de las familias religiosas. Chiara Lubich escribió que se acerca a ellas ‘en puntas de pie’, con la conciencia de que ellas con ‘obras de Dios’, y con ese profundo amor que permite descubrir en cada una de ellas ‘la belleza y ese algo siempre actual’ que custodian. Al mismo tiempo Chiara es consciente de que un aporte tiene que ofrecer. Dice: ‘Nosotros solamente debemos ayudar a que circule entre las diferentes Órdenes el Amor. Tienen que conocerse, entenderse y amarse como se aman [entre ellas] las Personas de la Trinidad. Entre las Órdenes hay una relación que es el Espíritu Santo, que las vincula, porque cada una es expresión de Dios, de Espíritu Santo’. En esa circulación de la caridad cada uno de los religiosos profundiza su propia identidad y puede dar su aporte específico a la unidad”.

Como conclusión, ¿por qué habría de leerse este libro? ¿A quién se lo puede recomendar?

“Porque cuenta una página de historia maravillosa que permite comprender la belleza de la Iglesia. No es un libro exclusivo para religiosos. Es un libro para todo aquel que quiera descubrir una Iglesia totalmente carismática”.

Lorenzo Russo

Ayuda silenciosa

Ayuda silenciosa

¿Quién no ha tenido alguna vez en la vida la sensación de que sus fuerzas eran insuficientes?

Son instantes de desamparo, de profunda vulnerabilidad en los que la conciencia choca con sus límites, y entonces se abre paso una lucidez inesperada: la certeza de que nadie por sí solo puede llevar completamente el peso de la vida.

Entonces se impone la necesidad de alzar la mirada, desviar la atención de mi propio sufrimiento y abrirse a una realidad más amplia. Y en ese gesto interior, a menudo sutil pero decisivo, descubrimos la existencia de una trama invisible —una suerte de tejido sutil que entrelaza personas, experiencias y circunstancias— que no solo nos envuelve, sino que nos acompaña, nos sostiene y nos infunde sentido.

Esta ayuda, que no siempre se manifiesta de forma explícita, nos llega de la vida misma, con su misteriosa capacidad de regenerarnos, de curarnos y de volver a ponernos en camino una vez más. No son hechos espectaculares, sino gestos discretos, cargados de densidad humana y simbólica: una presencia silenciosa a nuestro lado en la hora del duelo, unas manos que cuidan con delicadeza, una mirada atenta, una palabra justa, una llamada inesperada que rompe el aislamiento, un gesto de confianza cuando nuestra autoestima vacila.

¡Cuántos, a nuestro alrededor, han creído en nosotros antes de que nosotros mismos nos atreviéramos a hacerlo! Y cuántas veces, gracias a esa fe que nos ha salido al encuentro, hemos encontrado el valor para reanudar el camino.

Incluso el universo interior, tan a menudo erosionado por la duda, el desencanto o el cansancio, puede renacer gracias a un encuentro significativo o a un gesto gratuito que nos hace sentirnos acogidos, reconocidos, amados.

Entonces, movidos por una gratitud profunda y sincera, nace en nosotros el deseo de corresponder, de comunicar esa experiencia que nos ha transformado. Y así, aquello que hemos recibido se convierte en don, y nosotros mismos nos convertimos —humildemente— en ayuda para alguien más.

Foto: ©Marcin Chilli Minio – Unsplash

LA IDEA DEL MES, es elaborada por el “Centro para el diálogo con personas de convicciones no religiosas” del Movimiento de los Focolares. Se trata de una iniciativa nacida en 2014 en Uruguay para compartir con amigos no creyentes los valores de la Palabra de Vida que es la frase de la Escritura que los miembros del Movimiento se esfuerzan por poner en práctica en su vida cotidiana. Actualmente LA IDEA DEL MES es traducida a 12 idiomas y se distribuye en más de 25 países, con adaptaciones del texto según las diferentes sensibilidades culturales. www. dialogue4unity.focolare.org

Esta maldición de la guerra

Esta maldición de la guerra

No entendía cómo un joven, agotado por los estudios y los sacrificios, podía ser revivido para prepararlo para una operación en la que tendría que matar a personas desconocidas, inocentes, y él, a su vez, tendría que ser asesinado por personas a quienes no había hecho daño. Vi el absurdo, la estupidez y, sobre todo, el pecado de la guerra: un pecado agudizado por los pretextos con los que se buscó la guerra y por la futilidad con la que se decidió.

El Evangelio, ya suficientemente meditado, me enseñó, como deber inseparable, hacer el bien, no matar; perdonar, no vengarme. Y el uso de la razón me dio casi la medida de lo absurdo de una operación que atribuía los frutos de la victoria no a quienes tenían razón, sino a quienes tenían cañones; no a la justicia, sino a la violencia […].

En el «radiante mayo» de 1915, me llamaron a las armas. […]

¡Cuántas trompetas, cuántos discursos, cuántas banderas! Todo esto acrecentó en mi espíritu la repugnancia por aquellos enfrentamientos, con gobiernos que, encargados del bien público, cumplían su tarea asesinando a cientos de miles de hijos del pueblo y destruyendo y dejando que se destruyeran los bienes de la nación: el bien público. ¡Pero qué idiota me parecía todo esto! Y sufrí por millones de criaturas, obligadas a creer en la santidad de aquellos asesinatos, una santidad también atestiguada por eclesiásticos que bendijeron cañones destinados a ofender a Dios en la obra maestra de la creación, a matar a Dios en efigie, a llevar a cabo el fratricidio en la persona de hermanos, bautizados, además.

“Vi el absurdo, la estupidez

y, sobre todo, el pecado de la guerra…”.

Como recluta, me enviaron a Módena, donde existía una especie de universidad para la formación de guerreros y líderes. Proveniente de Virgilio y Dante, el estudio de ciertos manuales que enseñaban a engañar al enemigo para matarlo me impactó tanto que, con una imprudencia insuperable, escribí en uno de ellos: – Aquí se aprende la ciencia de la imbecilidad -. Tenía un concepto muy diferente del amor a la patria. De hecho, lo concebía como amor; y amor significa servicio, búsqueda del bien, aumento del bienestar, para la creación de una convivencia más feliz: para el crecimiento, y no para la destrucción, de la vida.

Pero yo era joven y no entendía el razonamiento de los viejos, a quienes no les importaba comprender: se aturdían con desfiles y gritaban consignas para narcotizarse.

[…]

Tras unas semanas, tras graduarme en Módena, volví a casa para ir al frente. Abracé a mi madre, a mi padre, a mis hermanos y hermanas (en mi casa, los abrazos eran muy raros) y tomé el tren. Desde el tren vi el mar por primera vez, mucho más ancho que el Aniene; y fue como si hubiera cumplido con uno de los deberes de mi existencia: en tres días, llegué a las trincheras del Isonzo con el ciento once Regimiento de Infantería.

¡La trinchera! En ella, de la escuela paseé a la vida, entre los brazos de la muerte con las salvas de los cañones. […]

Si disparaba cinco o seis tiros al aire, lo hacía por necesidad: nunca quería apuntar el cañón del fusil hacia las trincheras enemigas, por miedo a matar a un hijo de Dios. […]

Si todos esos días pasados ​​en el fondo de las trincheras, contemplando juncos, matas de zarzas, nubes aburridas y azules brillantes, los hubiéramos dedicado a trabajar, se habría producido una riqueza capaz de satisfacer todas las necesidades por las que se libró la guerra. Claro, pero esto era un razonamiento; y la guerra es un antirrazonamiento.

Igino Giordani
Memorias de un cristiano ingenuo, Ciudad Nueva, Madrid, 2005.

Elena Merli

Foto: © ZU via Fotos Públicas