Movimiento de los Focolares
Novedad editorial: un magnífico jardín

Novedad editorial: un magnífico jardín

El Movimiento de los Focolares y los religiosos, un vínculo que tiene sus orígenes en los comienzos de la historia del Movimiento de los Focolares: es una densa trama de relaciones entre Chiara Lubich – fundadora de los Focolares– y consagrados de varias familias religiosas. Un nutrido grupo de mujeres y hombres entregados a Dios a través de las más variadas espiritualidades que han inspirado y acompañado a Chiara en los primeros años del Movimiento. Todo ello está narrado en el libro que lleva como título Un magnífico jardín. Chiara Lubich y los religiosos (1943-1960) a cargo del Padre Fabio Ciardi y de Elena Del Nero.

Partamos del título: “Un magnífico jardín”. ¿Nos lo pueden ustedes explicar?

Elena Del Nero es Doctora en Historia y Ciencias filosófico-sociales por la Universidad “Tor Vergata” de Roma (Italia). Trabaja en la sección histórica del Centro Chiara Lubich de Rocca di Papa (Italia). Es autora de ensayos y volúmenes sobre la historia del Movimiento de los Focolares.

Elena Del Nero: “La imagen evocativa, usada por Chiara Lubich ya en el año 1950, se refiere a la Iglesia, en donde han surgido, en el tiempo de la historia, los diferentes carismas. Cada uno de ellos es precioso en su particular belleza, enraizada en la palabra evangélica que la ha inspirado. Sin embargo, juntos, componen una armonía de matices que enriquece a la Iglesia”.

El libro se compone de una reconstrucción histórica y de una reflexión teológico-eclesial. ¿En qué consisten estos conceptos?

Elena Del Nero: “La reconstrucción histórica se concentra solamente en dos décadas, desde el nacimiento del Movimiento hasta el año 1960, porque se trata de años muy ricos y densos de documentos y contenidos que atañen al tema examinado. En cambio, la lectura teológico-eclesial abarca una dimensión temporal más extensa, pues dilata la mirada hasta la lectura más reciente del magisterio. Nos parece que de esa forma el panorama propuesto resulta más amplio y detallado”.

La figura de los religiosos, entonces, siempre ha estado en la Obra de María, desde su nacimiento. ¿Cuál es el sentido de la presencia de los religiosos en el Movimiento?

Padre Fabio Ciardi: “Dar nueva vida a la unidad en la Iglesia, respondiendo a la oración de Jesús: ‘Que todos sean uno’ (Juan 17,21), era el ideal al que Chiara Lubich se sentía llamada. Su Movimiento continúa esa gran misión de promover entre todos los hombres la comunión y la unidad. ¿Qué unidad sería si faltaran los religiosos? Ellos expresan la riqueza carismática de la Iglesia, mantienen viva la experiencia de los grandes santos. Chiara quiso involucrarlos en su ‘divina aventura’, así como quiso integrar a todas las personas, cualquier vocación ellas tuvieran”.

¿Qué beneficio han tenido los religiosos y sus Órdenes en el diálogo con Chiara Lubich y la espiritualidad de la unidad de los Focolares?

El Padre Fabio Ciardi es oblato de María Inmaculada, profesor emérito del Pontificio Instituto de Teología de la Vida Consagrada Claretianum de Roma (Italia); es autor de numerosas publicaciones; desde el año 1995 es Consultor del Dicasterio Vaticano para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica y desde el año 2022 è Consultor en el Dicasterio Vaticano para el Clero.

Padre Fabio Ciardi: “Desde los comienzos, religiosos de diferentes órdenes se han sentido atraídos por la frescura evangélica manifestada por Chiara y por los primeros miembros del recién nacido Movimiento, porque los conducía a la radicalidad de su elección. Ellos percibían un nuevo amor por la propia vocación, la entendían de una manera más profunda, se sentían integrados a una comunión que les recordaba la primera comunidad cristiana descrita en los Hechos de los Apóstoles”.

¿Qué efecto ha tenido sobre Chiara Lubich la cercanía de los religiosos desde los inicios del Movimiento?

Padre Fabio Ciardi: “Su presencia se reveló providencial para Chiara, porque permitió una confrontación con las grandes espiritualidades cristianas surgidas a lo largo de la historia; una comparación que la ayudó a entender de una forma más profunda su misma vocación, enriqueciéndola con la comunión de los santos. ‘Uno tras otro –escribe pensando en los santos de quienes los religiosos son testigos– pareciera como si se hubieran ido acercando a nuestra Obra para darle aliento, para iluminarla y ayudarla’. Por un lado, la relación con los santos confirma ciertos aspectos de la vida de la Obra de María. Por el otro, la comparación con sus vidas y sus obras muestra toda la originalidad de esta nueva contemporánea obra de Dios”.

La presencia de los religiosos en los Movimientos eclesiales, ¿es fuente de enriquecimiento recíproco? ¿O se corre el riesgo de crear caos y pérdida de identidad?

Padre Fabio Ciardi: “Ninguna injerencia en la vida de las familias religiosas. Chiara Lubich escribió que se acerca a ellas ‘en puntas de pie’, con la conciencia de que ellas con ‘obras de Dios’, y con ese profundo amor que permite descubrir en cada una de ellas ‘la belleza y ese algo siempre actual’ que custodian. Al mismo tiempo Chiara es consciente de que un aporte tiene que ofrecer. Dice: ‘Nosotros solamente debemos ayudar a que circule entre las diferentes Órdenes el Amor. Tienen que conocerse, entenderse y amarse como se aman [entre ellas] las Personas de la Trinidad. Entre las Órdenes hay una relación que es el Espíritu Santo, que las vincula, porque cada una es expresión de Dios, de Espíritu Santo’. En esa circulación de la caridad cada uno de los religiosos profundiza su propia identidad y puede dar su aporte específico a la unidad”.

Como conclusión, ¿por qué habría de leerse este libro? ¿A quién se lo puede recomendar?

“Porque cuenta una página de historia maravillosa que permite comprender la belleza de la Iglesia. No es un libro exclusivo para religiosos. Es un libro para todo aquel que quiera descubrir una Iglesia totalmente carismática”.

Lorenzo Russo

Ayuda silenciosa

Ayuda silenciosa

¿Quién no ha tenido alguna vez en la vida la sensación de que sus fuerzas eran insuficientes?

Son instantes de desamparo, de profunda vulnerabilidad en los que la conciencia choca con sus límites, y entonces se abre paso una lucidez inesperada: la certeza de que nadie por sí solo puede llevar completamente el peso de la vida.

Entonces se impone la necesidad de alzar la mirada, desviar la atención de mi propio sufrimiento y abrirse a una realidad más amplia. Y en ese gesto interior, a menudo sutil pero decisivo, descubrimos la existencia de una trama invisible —una suerte de tejido sutil que entrelaza personas, experiencias y circunstancias— que no solo nos envuelve, sino que nos acompaña, nos sostiene y nos infunde sentido.

Esta ayuda, que no siempre se manifiesta de forma explícita, nos llega de la vida misma, con su misteriosa capacidad de regenerarnos, de curarnos y de volver a ponernos en camino una vez más. No son hechos espectaculares, sino gestos discretos, cargados de densidad humana y simbólica: una presencia silenciosa a nuestro lado en la hora del duelo, unas manos que cuidan con delicadeza, una mirada atenta, una palabra justa, una llamada inesperada que rompe el aislamiento, un gesto de confianza cuando nuestra autoestima vacila.

¡Cuántos, a nuestro alrededor, han creído en nosotros antes de que nosotros mismos nos atreviéramos a hacerlo! Y cuántas veces, gracias a esa fe que nos ha salido al encuentro, hemos encontrado el valor para reanudar el camino.

Incluso el universo interior, tan a menudo erosionado por la duda, el desencanto o el cansancio, puede renacer gracias a un encuentro significativo o a un gesto gratuito que nos hace sentirnos acogidos, reconocidos, amados.

Entonces, movidos por una gratitud profunda y sincera, nace en nosotros el deseo de corresponder, de comunicar esa experiencia que nos ha transformado. Y así, aquello que hemos recibido se convierte en don, y nosotros mismos nos convertimos —humildemente— en ayuda para alguien más.

Foto: ©Marcin Chilli Minio – Unsplash

LA IDEA DEL MES, es elaborada por el “Centro para el diálogo con personas de convicciones no religiosas” del Movimiento de los Focolares. Se trata de una iniciativa nacida en 2014 en Uruguay para compartir con amigos no creyentes los valores de la Palabra de Vida que es la frase de la Escritura que los miembros del Movimiento se esfuerzan por poner en práctica en su vida cotidiana. Actualmente LA IDEA DEL MES es traducida a 12 idiomas y se distribuye en más de 25 países, con adaptaciones del texto según las diferentes sensibilidades culturales. www. dialogue4unity.focolare.org

Esta maldición de la guerra

Esta maldición de la guerra

No entendía cómo un joven, agotado por los estudios y los sacrificios, podía ser revivido para prepararlo para una operación en la que tendría que matar a personas desconocidas, inocentes, y él, a su vez, tendría que ser asesinado por personas a quienes no había hecho daño. Vi el absurdo, la estupidez y, sobre todo, el pecado de la guerra: un pecado agudizado por los pretextos con los que se buscó la guerra y por la futilidad con la que se decidió.

El Evangelio, ya suficientemente meditado, me enseñó, como deber inseparable, hacer el bien, no matar; perdonar, no vengarme. Y el uso de la razón me dio casi la medida de lo absurdo de una operación que atribuía los frutos de la victoria no a quienes tenían razón, sino a quienes tenían cañones; no a la justicia, sino a la violencia […].

En el «radiante mayo» de 1915, me llamaron a las armas. […]

¡Cuántas trompetas, cuántos discursos, cuántas banderas! Todo esto acrecentó en mi espíritu la repugnancia por aquellos enfrentamientos, con gobiernos que, encargados del bien público, cumplían su tarea asesinando a cientos de miles de hijos del pueblo y destruyendo y dejando que se destruyeran los bienes de la nación: el bien público. ¡Pero qué idiota me parecía todo esto! Y sufrí por millones de criaturas, obligadas a creer en la santidad de aquellos asesinatos, una santidad también atestiguada por eclesiásticos que bendijeron cañones destinados a ofender a Dios en la obra maestra de la creación, a matar a Dios en efigie, a llevar a cabo el fratricidio en la persona de hermanos, bautizados, además.

“Vi el absurdo, la estupidez

y, sobre todo, el pecado de la guerra…”.

Como recluta, me enviaron a Módena, donde existía una especie de universidad para la formación de guerreros y líderes. Proveniente de Virgilio y Dante, el estudio de ciertos manuales que enseñaban a engañar al enemigo para matarlo me impactó tanto que, con una imprudencia insuperable, escribí en uno de ellos: – Aquí se aprende la ciencia de la imbecilidad -. Tenía un concepto muy diferente del amor a la patria. De hecho, lo concebía como amor; y amor significa servicio, búsqueda del bien, aumento del bienestar, para la creación de una convivencia más feliz: para el crecimiento, y no para la destrucción, de la vida.

Pero yo era joven y no entendía el razonamiento de los viejos, a quienes no les importaba comprender: se aturdían con desfiles y gritaban consignas para narcotizarse.

[…]

Tras unas semanas, tras graduarme en Módena, volví a casa para ir al frente. Abracé a mi madre, a mi padre, a mis hermanos y hermanas (en mi casa, los abrazos eran muy raros) y tomé el tren. Desde el tren vi el mar por primera vez, mucho más ancho que el Aniene; y fue como si hubiera cumplido con uno de los deberes de mi existencia: en tres días, llegué a las trincheras del Isonzo con el ciento once Regimiento de Infantería.

¡La trinchera! En ella, de la escuela paseé a la vida, entre los brazos de la muerte con las salvas de los cañones. […]

Si disparaba cinco o seis tiros al aire, lo hacía por necesidad: nunca quería apuntar el cañón del fusil hacia las trincheras enemigas, por miedo a matar a un hijo de Dios. […]

Si todos esos días pasados ​​en el fondo de las trincheras, contemplando juncos, matas de zarzas, nubes aburridas y azules brillantes, los hubiéramos dedicado a trabajar, se habría producido una riqueza capaz de satisfacer todas las necesidades por las que se libró la guerra. Claro, pero esto era un razonamiento; y la guerra es un antirrazonamiento.

Igino Giordani
Memorias de un cristiano ingenuo, Ciudad Nueva, Madrid, 2005.

Elena Merli

Foto: © ZU via Fotos Públicas

El Concilio de Nicea: una página histórica y actual de la vida de la Iglesia

El Concilio de Nicea: una página histórica y actual de la vida de la Iglesia

Mucho se ha dicho y se seguirá diciendo sobre la importancia ecuménica del año 2025. El 1700º aniversario del Concilio de Nicea es solo uno, aunque fundamental, de los diversos aniversarios importantes para toda la cristiandad que se celebran este año. ¿Por qué es esencial recordar Nicea incluso hoy? ¿Cuál es su relevancia? Para comprenderlo bien, debemos remontarnos al siglo IV.

En el año 313, el emperador Constantino accedió a conceder a los cristianos la libertad de culto, poniendo fin a la persecución religiosa en todo el imperio. Más tarde, en el año 324, Constantino se convirtió en la máxima autoridad de todo el imperio, tanto en Occidente como en Oriente, pero comprendió que una controversia doctrinal podía perturbar la paz territorial. Por lo tanto, decidió convocar un Concilio de toda la Iglesia para resolver el asunto; era consciente de que se trataba de una cuestión religiosa, pero también estaba convencido de que la unidad religiosa era un factor importante para la estabilidad política. Entre 250 y 318 obispos de todo el Imperio llegaron a Nicea. El objetivo principal era defender y confirmar la fe y la doctrina transmitidas por los apóstoles sobre la Persona divina y humana de Jesucristo, frente a otra doctrina que se extendía entre los cristianos: la del presbítero Arrio de Alejandría en Egipto y sus partidarios, quienes afirmaban que Jesucristo no siempre había sido Dios, sino la primera y más sublime criatura de Dios.

Es comprensible que tal misterio, es decir, la persona de Jesucristo, representara un desafío para la inteligencia humana. Pero, al mismo tiempo, el testimonio de los apóstoles y de muchos cristianos capaces de morir — para defender esta fe — fue más fuerte. Incluso entre los obispos que acudieron al Concilio, muchos aún llevaban las marcas de la tortura y el sufrimiento padecidos por esta razón.

Así definió aquel Concilio la fe en la que se funda el cristianismo y que profesan todas las Iglesias cristianas, el Dios revelado por Jesucristo es un Dios único, pero no solitario: Padre, Hijo y Espíritu Santo son un solo Dios en tres Personas distintas que han existido siempre.

Recordar Nicea hoy es, por tanto, de gran importancia y actualidad: un Concilio que sentó las bases de la estructura sinodal de la Iglesia, de la que hoy buscamos mayor concreción; un Concilio que unificó el día de la celebración de la Pascua para toda la Iglesia (siglos después, hasta hoy, con el cambio de calendarios, la fecha se volvió diferente para las Iglesias de Occidente y Oriente) y que sentó los puntos fundamentales de la fe cristiana. En particular, este último punto nos interpela hoy de forma contundente. Quizás la tendencia a no creer en la divinidad de Jesucristo nunca haya desaparecido del todo. Hoy, para muchos, es más fácil y cómodo hablar de Jesús privilegiando sus prerrogativas humanas como hombre sabio, ejemplar y profeta, en lugar de creerlo como el Hijo unigénito de Dios, de la misma sustancia que el Padre.

Iznik, antigua Nicea, hoy es una pequeña ciudad de Turquía

Ante estos desafíos, podemos pensar que Jesucristo también nos dirige hoy la misma pregunta que dirigió a los apóstoles: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” (Mt 16,13-17).

Aceptar el Credo de Nicea y profesarlo juntos es, por tanto, ecuménicamente importante, también porque la reconciliación de los cristianos implica reconciliación no solo con y entre las Iglesias del presente, sino también con la tradición de la Iglesia primitiva y apostólica.

Considerando el mundo de hoy, con todas sus angustias, problemas y expectativas, nos damos cuenta aún más de cómo la unidad cristiana no es sólo una necesidad evangélica, sino también una urgencia histórica.

Si queremos confesar juntos que Jesús es Dios, entonces sus palabras, especialmente lo que él llamó su nuevo mandamiento, el criterio que estableció para que el mundo nos reconociera como sus discípulos, adquirirán gran valor. Vivir este mandamiento “será la única manera, o sin duda la más eficaz, de hablar de Dios hoy a quienes no creen, de hacer que la Resurrección de Cristo sea comprensible para el hombre de hoy” [1].


[1] BENEDICTO XVI, Luz del mundo. El Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos. Una conversación con Peter Seewald, Herder, Barcelona 2010.

Centro “Uno”

Para profundizar sobre el tema está disponible el video: Desde Nicea caminando juntos hacia la unidad


Alegría y gratitud de Margaret Karram, Presidenta del Movimiento de los Focolares por la elección del Papa León XIV

Alegría y gratitud de Margaret Karram, Presidenta del Movimiento de los Focolares por la elección del Papa León XIV

En nombre del Movimiento de los Focolares en todo el mundo expreso mi profunda alegría por la elección del Papa León XIV como nuevo Pontífice de la Iglesia Católica. Agradecemos a Dios por haber escuchado las oraciones de muchos y guiado con su Espíritu los trabajos de los Cardenales para individualizar al sucesor de Pedro en un tiempo como el actual que presenta graves desafíos para la humanidad.

Aseguramos al Santo Padre nuestra filial cercanía, nuestra oración y nuestro compromiso para ser constructores de paz, como él mismo lo ha subrayado en su primera bendición.

El mundo actual tiene extrema necesidad de paz, de luz y de esperanza. Por eso le prometemos que continuaremos a comprometernos, junto a las comunidades eclesiales en las que estamos injertados, para llevar a todos el amor de Dios; para estar abiertos al diálogo, para ser «un pueblo siempre en paz», dando testimonio que la unidad pedida por Jesús en su Testamento es más fuerte que cualquier división.

Nos comprometemos además a encarnar siempre más fielmente el camino sinodal, para poderlo aplicar también en los distintos ámbitos de la sociedad; a dar nuestra contribución para que la Iglesia sea una casa abierta y acogedora para cada hombre y mujer y para las nuevas generaciones, sobre todo para quien es más frágil, el que más sufre y está marginado, para ofrecer a todos el mensaje siempre nuevo de Cristo.

Nuestros augurios, Papa León XIV, ¡con todo el afecto!

Margaret Karram – Presidenta del Movimiento de los Focolares

Descargar aquí la declaración de la Presidente