Movimiento de los Focolares
Irlanda: vivir una espiritualidad de comunión hoy

Irlanda: vivir una espiritualidad de comunión hoy

“La fuerte experiencia que Irlanda vivió con este Congreso Eucarístico es una gracia extraordinaria que puede hacer que comience en la iglesia de Irlanda una historia nueva, y en este trabajo  somos todos protagonistas”, son los desafíos finales de María Voce en el encuentro abierto en el ‘Royal Dublín Society’ del 16 de junio en Dublín. Poco antes, con Giancarlo Faletti, se habían encontrado con los jóvenes que concluían la carrera del Run4Unity, llevada adelante principalmente en las escuelas. “¿Cuál es vuestro ‘signo matemático’  preferido? – les preguntaron los jóvenes. “El signo de igual”, respondió María Voce, “porque en una familia, hermanas y hermanos son todos iguales”. Giancarlo Faletti prefirió en cambio decir el signo ‘más’: “Cada persona es un don de Dios , sobre cada uno de ustedes hay un plan de Dios y esto es algo muy hermoso”

El programa sigue de tarde, es abierto a todos, y se reúnen 300 personas – capacidad máxima de la sala y de los alrededores – de los cuales más de la mitad son rostros desconocidos para los focolarinos irlandeses. Se presentan experiencias concretas de la espiritualidad de comunión vivida en el campo de la familia, de la escuela, de la iglesia. Todo intercalado con piezas musicales. A cada capítulo le sigue un momento de diálogo con María Voce y Giancarlo Faletti, sobre como poner el Evangelio en práctica y poder responder a muchos desafíos de hoy.

“¿Es más fácil o más difícil amar al enemigo cuando somos grandes?”, pregunta una niña. “Creo que es más fácil –le responde María Voce –porque Dios ha puesto una llamita en nuestro corazón, y la llamita se vuelve más grande cada vez que amamos. Los grandes son muy ayudados cuando ven a un niño que ama”

Cuando la palabra se dirige a las familias, la conversación se refiere a la crisis económica: “¿Cómo lograr vivir como cristianos frente a las dificultades económicas de mucha gente?”. María Voce los lleva a recordar la experiencia de Chiara Lubich al comienzo de los Focolares, en Trento, en la miseria de post-guerra. Poniendo en acción la fuerza del amor entre las personas, se llegaba a compartir también los propios bienes, o las propias necesidades. Viviendo la frase del Evangelio.’pidan y se les dará’, pedían y recibían. El problema de uno era el problema de todos. En el amor Dios intervenía: “Y esto hace que el trabajo y el bienestar material no se conviertan en un ideal,  sino que sean  un medio para amar más y para que crezca la comunidad entre todos”

 

El último tema que tratan  es sobre la Iglesia y la relación con la autoridad. A la pregunta sobre cómo vivir la unidad con la jerarquía eclesiástica, inclusive frente a los escándalos de los abusos y las acusaciones conocidas, responde Giancarlo Faletti, recordando que es la autoridad de Jesús la que debe crecer en cada cristiano. “Fue importante en este último período encontrarme con muchas personas marcadas por esta difícil situación de la Iglesia. He visto personas que se sentían despojadas de lo sagrado, que habían invertido su vida en una experiencia de iglesia y que ahora se sentían traicionados. Es como haber invertido todo tu capital en un banco y este banco quiebra”. “Para mi es un llamado a vivir de modo más fuerte el Evangelio –continúa-, esto nos permite un diálogo, un clima de amor, que permite también a los que tienen el ministerio episcopal de servicio a la Iglesia, el poder expresar posteriormente sus palabras y guiar en  el camino. La autoridad moral de Jesús vivida en Su palabra es de todos”. Faletti recuerda el ejemplo de Santa Catalina de Siena: que vivió en tiempos difíciles de la Iglesia, ella tuvo una relación directa con el papa, empujándolo a tomar decisiones radicales. Pero lo pudo hacer solo porque la santa había dejado “espacio a Dios en su vida”.

 De la enviada Maria Chiara De Lorenzo

 

Irlanda: vivir una espiritualidad de comunión hoy

Un mensaje desde Belfast: confianza!

Un puesto de frontera, Belfast, con el recuerdo vivo de una división vivida durante años: los alambrados divisorios, los muros, en las calles principales los teatros de los “troubles”, los desórdenes de los años ‘70/’90. Justo en el escenario de esta historia, donde la lucha política se mezcló con la lucha de religión, tiene un gran impacto lo que se vivió en este 14 de junio.

En la Catedral de Santa Ana, corazón de la Iglesia de Irlanda (denominación oficial de la iglesia anglicana local) son casi 300 las personas que respondieron a la invitación del reverendo John Mann, Decano de la Catedral. Fue él quien le pidió a María Voce que visitara Belfast, extendiendo así los límites del Congreso Eucarístico. Estaban presentes los líderes de las 4 denominaciones cristianas representadas mayormente en la Irlanda del Norte: el presidente Metodista, Rev. Lindsay, el obispo anglicano de Connor (la diócesis en que se encuentra Belfast), el Rev. Abernethy; el moderador presbiteriano, Rev. Dr. Dunlop –que trabajó mucho por la paz en Irlanda del Norte, el obispo católico de Down & Connor, Mons. Treanor. Verlos juntos ya consistían en sí una realidad que hablaba sola. Fue importante el pacto solemne que suscribieron con el compromiso de amarse recíprocamente como Jesús mismo nos amó. Pidieron la gracia de la unidad, de ser capaces de considerar los dolores de los demás como si fueran propios y de compartir las alegrías.

Este “Pacto del amor recíproco” fue repetido por todos los presentes. Se habla de “sacramento del encuentro”. Ruth Patterson, ministro de la iglesia presbiteriana en Irlanda, para describir este momento dijo: “Me pareció que todo lo que decíamos estaba ya sucediendo. Es un paso adelante hacia la reconciliación”.

Nel En su intervención María Voce propuso vivir una cultura de la confianza, como base para construir relaciones de fraternidad: “En estos días escuché muchas anécdotas, he conocido a muchas personas. Muchos con las lágrimas en los ojos han venido a decirme su deseo de volver a sus casas con esta confianza hacia  el otro”. Para explicar como promover esta cultura María Voce se afirma en tres elementos, típicos de la espiritualidad de la unidad – el arte de amar que se puede descubrir en el Evangelio, el amor recíproco que brota del pacto, y Jesús Crucificado y Abandonado, modelo y llave del amor- iluminándolo con testimonios tanto de Irlanda como de varias partes del mundo.

¿Y cómo resuena entre los presentes esta “invitación” a convertirse en una cultura de la confianza? “Es el modo de progresar más allá de las barreras que nos hemos impuesto y que demasiado a menudo nos rodean” – declaró el reverendo Mann.

Conleth, 14 años. “Nosotros los jóvenes no estamos condicionados por el pasado, por lo tanto podemos vivir en primer lugar la cultura de la confianza hacia todos y sobre esto construir una sociedad mejor. Así como el ave fénix que renace de las cenizas, veo en esto una esperanza para Belfast y para Irlanda del Norte”

“Me voy de aquí con una gran y enorme gratitud hacia quien durante años ha vivido por esta esperanza, por quien ha construido puentes de caridad, de relación – declara el copresidente de los Focolares Giancarlo FalettiSeguramente esta no es todavía una obra  concluída, sino que es una obra profética, este es un lugar símbólico para Europa, para la humanidad”

Una de estas personas que ya ha  vivido la cultura de la confianza es Gerry Burns. Con su esposa Mary, en Armoy, un pueblito en el extremo norte de Irlanda, a partir de los años ’90, formó una asociación para unir a las personas más allá de las religiones y de la política. No se rindieron frente a las dificultades, ni siquiera cuando en el 2000 su sede fue quemada, ni tampoco cuando eran vistos como traidores por su misma comunidad. Ahora su centro es aún  más amplio, y las personas conviven pacíficamente. Son muchos los proyectos que tienen entre manos. “De la espiritualidad del focolar –cuenta Gerry – hemos aprendido no solo a superar las diferencias, sino que también hemos aprendido que podemos beneficiarnos en la diversidad”

 De la enviada Maria Chiara De Lorenzo

 

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Paraguay: Todo Brillo

“Cuando en 1993 – cuenta María Elena González del Paraguay– escuché por primera vez a Chiara Lubich hablando sobre Economía de Comunión (EdC), quedé muy sorprendida por el hecho de que ella invitaba a dividir las utilidades en tres partes: para los más necesitados, para el desarrollo de la empresa y para la formación de jóvenes en los valores del proyecto, que está basado en la ‘cultura del dar’ en contraposición a la cultura del ‘poseer’. Fue para mi como un maremoto que cambió mi vida.

En ese momento trabajaba en un Banco donde las utilidades – como se sabe- terminan en las manos de los accionistas. Pensé en mis cualidades empresariales de las cuales habría tenido un día que dar cuenta a Dios y a los hermanos. Entonces decidí participar en el proyecto de EdC como mi modo de decir un ‘sí’ a Dios, poniendo a disposición mis capacidades a favor de quien estaba a mi alrededor.

Hablé de esto con mis cuatro hijos, todavía adolescentes, y ellos me alentaron a ir adelante. No tenía idea por donde empezar, pero la respuesta no se hizo esperar. De hecho, veía a mi alrededor los empleados de la limpieza mal remunerados, peor aconsejados, no valorados….

Decidí comenzar con algunos de ellos una empresa de  limpieza y encontramos un primer cliente con el cual trabajamos todavía hoy.

Nuestro presupuesto inicial no estaba bien hecho y no nos alcanzaba el dinero para pagar a todos los empleados. Me acuerdo que por tener fé en los contratos asumidos, cuando concluía el trabajo en el Banco, me ponía la túnica y completaba yo las limpiezas. Por más que era un gran esfuerzo sentía adentro la seguridad de estar en el camino justo.

La Economía de Comunión pone en el centro a la persona de acuerdo con el principio de hacer a los otros lo que cada uno quisiera fuese hecho a sí mismo, tratando –como diría Chiara Lubich- que el amor supere la creatividad personal y el producto obtenido. Es verdad  que no es algo mágico, exige un esfuerzo cotidiano, una búsqueda incesante de la calidad en todos los aspectos: administrativo, operativo, en las relaciones humanas, en la elección de los empleados que deben estar dispuestos a adherir a esta visión solidaria de la economía, etc.

Durante todos estos años, a pesar de las innumerables dificultades vinculadas a la situación social y económica de nuestro País y de toda la región, cada empleado puso su granito de arena y así hemos logrado superar cada momento de crisis. Fue en especial en los momentos de ‘tempestad’ cuando nos hemos sentido sostenidos por Dios, nuestro ‘socio oculto’ –como nos gusta llamarlo- ‘el accionista mayoritario de la empresa’, el que nos fue indicando paso a paso el camino a recorrer, a través de esa voz interior, que si uno la quiere escuchar, es siempre fuerte y clara”.

“Agradezco mucho la posibilidad que se me ha dado de trabajar. También mi hija comenzó en Todo Brillo y ahora fue asumida por el Banco”, cuenta Benita S. , que trabaja desde hace 12 años en la empresa de limpieza.

“Aquí me siento importante – agrega M. E. Lopez. Tuve muchas dificultades y siempre encontré el apoyo  de la empresa y mucha comprensión. Los problemas sigo teniéndolos, pero ahora logro resolverlos. Siento que maduré, veo y valoro el fruto de mi trabajo. Me siento parte de esta gran familia que es Todo Brillo”, concluye .

 Hoy en la empresa Todo Brillo trabajan 600 empleados y estamos presentes en todas las ciudades importantes del Paraguay

 

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El cansancio de los buenos

La Logoterapia como alternativa al desgaste profesional Autor:  Roberto Almada 

Sin dudas, el gran reto cultural del momento consiste en saber realizar el paso, tan necesario como urgente, “del fenómeno al fundamento”; en otras palabras, “conducir los distintos saberes y ciencias hacia la sabiduría” (Cfr. FR 83). Esta colección afronta, a través del análisis científico, los distintos fenómenos de la crisis cultural con la que nos encontramos en nuestro quehacer psicológico y psicoterapéutico, social, educativo y familiar, proponiendo una mirada audaz sobre las causas fundamentales y el sentido último de esta crisis. Mucho se ha escrito sobre el desaliento profesional o burn out, tanto en la literatura médico científica como en la psicología. En todos estos años fuimos comprendiendo que trabajar en el área de la salud, la docencia, el trabajo social, el voluntariado, la asistencia espiritual, etc., supone el riesgo de sufrir la tensión emocional. Sin embargo, y a pesar de la gran divulgación del tema, son muchas las personas que manifiestan este desgaste que les impide sentirse plenos y satisfechos con su trabajo y, en última instancia, con su propia vida en sus distintas dimensiones. Se trata de un sufrimiento personal cuya profundidad la conocen bien únicamente las personas que lo padecen. Son las personas buenas las que se cansan de lidiar con un ambiente que, muchas veces, no ofrece la contención ni las herramientas para superar este desgaste. En esta obra, Roberto Almada, médico psiquiatra y psicoterapeuta en la escuela de Viktor Frankl, se propone “contribuir a que la tierra siga siendo bonificada por las personas buenas, por las personas honestas”, sin que “mueran en el intento”. No sólo se describen las características del burn out, sino que se ofrecen instrumentos simples y concretos para ayudar a quienes lo padecen. Es considerando al hombre también en su dimensión espiritual, en su integralidad, como éste puede recuperar el sentido de la propia vida y por consiguiente, el del propio trabajo. Sumario:  Roberto Almada, argentino, es médico psiquiatra y psicoterapeuta en la escuela de Viktor Frankl, licenciado en Filosofía y diplomado en Ciencias Religiosas. Cuenta con una larga experiencia como psicoterapeuta y en la atención y formación permanente de miembros consagrados de instituciones eclesiales. Fue presidente e iniciador de las sociedades de Logoterapia de Uruguay y Paraguay. Se ha interesado especialmente en los espacios teóricos de frontera entre psicología, psiquiatría, filoso- fía y espiritualidad.  Ha dictado cursos y ofrecido conferencias en Latinoamérica, Europa, Asia y África, lo cual le aportó sensibilidad hacia el desafío de la multiculturalidad. Actualmente reside en Mariápolis Lía, O’Higgins (provincia de Buenos Aires), Argentina.  Editorial Ciudad Nueva – Buenos Aires – Argentina

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Fe, esperanza, caridad

Miradas desde las letras, la filosofía y la religión Autor: Mariluz Giorgetti (comp.) En este libro, la autora recoge pensamientos de grandes figuras del cristianismo, como así también de poetas y filósofos destacados en la historia de la humanidad. Cada uno brinda su aporte para la reflexión y la puesta en práctica de estas virtudes, en sus distintos matices, compañeras de viaje para una vida auténticamente plena. Datos del autor:  Mariluz G.V. Giorgetti es Profesora para la Enseñanza Primaria, realizó un posgrado en Literatura Infantil y Juvenil (SUMMA) y es técnica en Edición por la UBA. Recibió el Primer Premio Urano 2000 (Concurso II Bienal de Arte por un Mundo Mejor, 1992). Integró diversas antologías como autora de poemas y cuentos. Compiló Camino, verdad y vida, en las huellas del Maestro, colección Pensamientos, para Ciudad Nueva. Actualmente se desempeña como asistente de dirección teatral.  Editorial Ciudad Nueva – Buenos Aires – Argentina

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La Eucaristía y el Nuevo Testamento

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¡Oh Jesús Eucaristía!, qué presunción, qué audacia hablar de ti que en la iglesias de todo el mundo conoces las confidencias secretas, los problemas ocultos, los suspiros de millones de personas, las lágrimas de gozosas conversiones, que sólo tú sabes, corazón de los corazones, corazón de la Iglesia. No lo haríamos para no romper el sigilo que se debe a un amor tan grande y vertiginoso; sólo porque nuestro amor, que quiere vencer todo temor, desea ir un poco más allá del velo de la blanca hostia, del vino del cáliz dorado. ¡Perdona nuestra osadía! Pero el amor quiere conocer para amar aún más, para no terminar nuestro camino en la tierra sin descubrir por lo menos un poco quien eres tú. Además debemos hablar de la Eucaristía porque somos cristianos y en la Iglesia, nuestra madre, vivimos y llevamos el Ideal de la unidad. Ahora bien, ningún misterio de la fe tiene tanto que ver con la unidad como la Eucaristía. La Eucaristía abre la unidad y desentraña todo su contenido: es por ella que se verifica, en efecto, la consumación de la unidad de los hombres con Dios y de los hombres entre ellos; de la unidad de todo el cosmos con su Creador. Dios se ha hecho hombre. Y he aquí a Jesús en la tierra. Tenía la posibilidad de hacer cualquier cosa. Pero entraba en la lógica del amor que él, habiendo efectuado un semejante paso de la Trinidad a la vida terrena, no se quedase solo durante 33 años -aun teniendo una vida divinamente extraordinaria como la suya- sino que encontrase el modo de permanecer y sobre todo de estar presente en todos los puntos de la tierra y por todos los siglos, en el momento cumbre de su amor: sacrificio y gloria, muerte y resurrección. Y se ha quedado. Ideada por su fantasía divina, inventó la Eucaristía. La Eucaristía es el amor de Cristo. Es su amor que llega hasta el extremo. Teresa de Lisieux diría: “¡Oh, Jesús! Déjame decirte en un delirio de gratitud, déjame decirte que tu amor raya en locura (…)”[1]. Pero escuchemos cómo aconteció. Nos lo cuentan Mateo, Marcos, Lucas y Pablo. Lucas dice: «Llegada la hora, se puso a la mesa con sus discípulos; y les dijo: “He deseado vivamente comer esta pascua con vosotros antes de mi pasión. Os digo que ya no la comeré hasta que se cumpla en el reino de Dios”. (…) Luego tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: “Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía”. Y de la misma manera hizo con el cáliz, después de la cena, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre, que es derramada por vosotros” (Lc 22,14-20). Si no fuese Dios, no sabría cómo pudo Jesús exponer en tan pocas y solemnes palabras, realidades tan nuevas, tan imprevisibles, tan abismales, que extasían, porque frente a ellas el ser humano no resiste. Jesús, allí eres el único que sabe todo lo que está sucediendo, el único consciente de que tu gesto concluye siglos de espera, el que ve las infinitas consecuencias de lo que estás operando para componer el plan divino previsto desde siempre por la Trinidad; ese plan que teniendo su comienzo en la tierra, penetra en los futuros abismos del Reino. Si tú -repito- no fueses Dios, ¿cómo podrías hablar y actuar así? Pero algo se trasluce de lo que tu corazón santísimo siente: “¡He deseado vivamente!”, y hay una inmensa felicidad; “antes de mi pasión”, y el gozo abraza la cruz, es el vínculo del uno con la otra; porque lo que ibas a hacer era tu testamento y un testamento no vale sino después de la muerte. Tú nos dejabas una herencia inconmensurable: tú mismo. Después Jesús “dio gracias”. Eucaristía significa “gran acción de gracias”; y la acción de gracias por excelencia era la que dirigía al Padre por haber acompañado y salvado a la humanidad interviniendo con los modos más extraordinarios. Y, tomando el pan y el cáliz, dijo: “Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía (…). Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre, que es derramada por vosotros”. He aquí la Eucaristía. Es el milagro. La Eucaristía es -según santo Tomás de Aquino- el milagro más grande de Jesucristo[2]. Jesús celebra su Pascua como un banquete. En cada casa la hora de la cena es la de mayor intimidad, de la fraternidad y con frecuencia la de la amistad y de la fiesta. El banquete que Jesús preside se celebra como la Pascua de los Judíos y, como tal, encierra en síntesis toda la historia del pueblo de Israel. La última cena de Jesús es el cumplimiento de todas las promesas de Dios. Los elementos nombrados en la cena están impregnados del significado adquirido en el Antiguo testamento. El pan era considerado don de Dios y medio indispensable de vida, símbolo de comunión, recuerdo del maná; el vino, llamado por el Génesis “sangre de uvas” (Gen 49,11), era ofrecido también en los sacrificios (Ex 29,40), era símbolo de alegría de los futuros tiempos mesiánicos (Jr 31,12). El cáliz era signo de participación en la alegría y de aceptación de las aflicciones, era el recuerdo de la alianza de Moisés (Ex 24,6). Y pan y vino eran prometidos por la Sabiduría a sus discípulos (Prov 9,1-6). Como el padre de familia, Jesús en sus gestos y en su “plegaria de bendición” repite el rito judaico. Pero en este banquete existe una diferencia y novedad abismales respecto a la Pascua judaica. La cena de Jesús se celebra en el contexto de su pasión y muerte y él, en la Eucaristía, anticipa simbólica y realmente su sacrificio de redención: él es el sacerdote, él es la víctima. Para Atanasio, comer el pan y el vino convertidos en cuerpo y sangre de Cristo es celebrar la Pascua, esto es, revivirla: la Eucaristía es en efecto sacramento de comunión con el Cristo Pascual, con Cristo muerto y resucitado, que ha ‘pasado’ (pascha=paso), entrado en una nueva fase de su existencia, la gloriosa a la derecha del Padre. Por tanto, recibir a Cristo en la eucaristía significa participar ya desde aquí de su vida gloriosa, de su comunión con el Padre[3]. Y las palabras de Jesús: “No volveré a beber de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre” (Mt, 26,29), que han sido traducidas por el conocido exegeta Benoit como una “cita en el Paraíso”[4], dan a la Eucaristía el carácter de un banquete que tendrá su plena realización después de nuestra resurrección. Juan tiene un modo propio de hablar de Jesús Eucaristía. Él cuenta desde el capítulo VI, casi al principio de su Evangelio, que Jesús, después de multiplicar el pan y de haber caminado sobre las aguas, en el gran discurso que mantuvo en Cafarnaúm dice entre otras cosas: “Procuráos no el alimento perecedero, sino el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello” (Jn 6,27). Poco después Jesús se presenta como el verdadero pan bajado del cielo, que debe ser aceptado mediante la fe: “Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no tendrá hambre, y el crea en mí, no tendrá nunca sed” (Jn 6,35). Y aclara cómo podrá ser pan de vida: “y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo (…)” (Jn 6, 51). Jesús ya se ve pan. Es éste, por tanto, el motivo último de su vida aquí en la tierra. Ser pan para ser comido. Y ser comido para comunicarnos su vida. “Este es el pan que baja del cielo, para que el que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre” (Jn 6, 50-51). ¡Qué cortas son nuestras perspectivas ante las de Jesús! Él, que es infinito y viene de la Trinidad, ha auxiliado a un pueblo con milagros y gracias; ha edificado su Iglesia y se encamina hacia la eternidad donde la vida no cesará. Nosotros miramos a lo hodierno, quizás al mañana de esta breve prueba nuestra, y nos angustiamos por menudencias. Estamos muy ciegos. Sí, ciegos, ciegos también nosotros, cristianos. Tal vez vivamos nuestra fe, pero sin una plena conciencia. Comprendemos a Jesús en alguna palabra suya que nos consuela o que nos da una indicación, pero no vemos a Jesús en su totalidad: “En el principio existía la Palabra”, después la creación, después la encarnación, después por medio del Espíritu Santo casi una segunda encarnación en la Eucaristía que nos sirve de viático en la vida, después el Reino con él, divinizados por su persona, que está en su cuerpo y en su sangre hechos Eucaristía. Vista así la realidad, todo adquiere su justo valor, todo está proyectado hacia el Porvenir al que llegaremos si, en la medida de lo posible, tratamos de vivir ya desde aquí en la ciudad celestial, comprometidos con un amor a los hermanos y a la humanidad semejante al de Jesús, que pasó por el mundo haciendo el bien. ¡Qué aventura la vida con esta perspectiva! Los fariseos discutían y Jesús responde y explica, afirmando una y otra vez, hasta que dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí” (Jn 6, 56-57). “Permanece en mí y yo en él”: ésta es la unidad consumada entre Jesús y la persona humana que se nutre de él, hecho pan. A los hombres se les transmite así la plenitud de la vida que hay en Jesús y que recibe del Padre. Con ello se realiza la inmanencia del hombre en Jesús. En este estupendo capítulo del Evangelio de san Juan, Jesús afirma: “El pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo” (Jn 6,51). Y también: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día” (Jn 6,54). “(…) por la vida del mundo”: la Eucaristía, por tanto, comunica ya desde este mundo la vida. Pero ¿qué es la vida? Lo dijo Jesús: “Yo soy la vida” (Jn 11, 25; 14, 6). Este pan nos nutre de Él ya desde aquí. “Y yo le resucitaré el último día”. La Eucaristía da también la vida para el otro mundo. Pero ¿qué es la resurrección? Lo ha dicho Jesús: “Yo soy la resurrección” (Jn 11,25). Es él quien inicia su vida inmortal en nosotros, que no se interrumpe con la muerte. Aunque el cuerpo sea corruptible, la vida, Cristo, permanece en el alma y en el cuerpo como principio de inmortalidad. Grande es este misterio de la resurrección para todos los hombres que razonan con una medida humana. Pero hay un modo de vivir por el cual el misterio llega a ser menos incomprensible. Viviendo el Evangelio desde la perspectiva de la unidad, se experimenta, por ejemplo, que al actuar el mandamiento nuevo de Jesús, este amor reciproco lleva a una unidad fraterna entre los hombres que supera el mismo amor humano, natural. Ahora bien, este resultado, esta conquista, es consecuencia del hacer la voluntad de Dios. De hecho, Jesús sabía que al corresponder nosotros a sus inmensos dones, no seríamos ya “siervos” o “amigos” suyos, sino “hermanos” suyos y hermanos entre nosotros, porque nos nutrimos de su misma vida. Para indicar esta familia de otra naturaleza, el evangelista san Juan usa una imagen sugestiva: la de la vid y los sarmientos (Jn 15). Se nos comunica la misma savia, podríamos decir la misma sangre, la misma vida, es decir, el mismo amor, que es el amor con el que el Padre ama al Hijo (cf Jn 17, 23-26) y circula entre Jesús y nosotros. Se nos hace, pues, consanguíneos, concorpóreos con Cristo. Este es el sentido más verdadero y sobrenaturalmente más profundo con el que Jesús llama a sus discípulos “hermanos” después de la resurrección (Jn 20,17). Y el autor de la epístola a los Hebreos confirma que Jesús resucitado “no se avergüenza de llamarles hermanos” (Heb 2,11). Ahora bien, construida esta familia del Reino de los Cielos, ¿cómo se puede pensar en una muerte que trunque la obra de un Dios con todas las consecuencias dolorosas que esto comporta? No: Dios no podía ponernos frente a un absurdo. Él tenía que darnos una respuesta. Y nos la ha dado revelándonos la verdad de la resurrección de la carne. Ésta para el creyente, ya casi no resulta un misterio obscuro de fe, sino una consecuencia lógica del vivir cristiano; es portadora de la inmensa alegría de saber que nos volveremos a encontrar todos con ese Jesús que nos ha unido de esta forma. La revelación habla de la Eucaristía también en los Hechos de los Apóstoles. La Iglesia primitiva es muy fiel a Jesús actuando sus palabras: “haced esto en memoria mía”. Se dice, en efecto, de la primera comunidad de Jerusalén que: “(…) Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones (Hch 2, 42). Y cuenta este apóstol de Pablo: “El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la fracción del pan, Pablo, que debía marchar al día siguiente, conversaba con ellos y alargó la charla hasta la media noche (…). luego partió el pan y comió; después habló largo tiempo, hasta el amanecer. Entonces se marchó.” (Hch 20, 7-11). También en su primera carta a los Corintios, Pablo muestra su fe ardiente y segura en el cuerpo y en la sangre de Cristo, escribiendo: “La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?” (1 Cor 10,16); y prosigue describiendo el efecto que este pan misterioso produce en quien lo recibe: “Puesto que sólo hay un pan, todos formamos un solo cuerpo, pues todos participamos del mismo pan”. (1 Cor 10, 17). ¡Un solo cuerpo! Jesús, tú tienes sobre nosotros un gran designio y lo estás actuando a través de los siglos: hacernos uno contigo para que estemos donde tú estás. Para ti, que has bajado de la Trinidad a la tierra, era voluntad del Padre que volvieses, pero no has querido volver tú solo, sino con nosotros. Éste es, por tanto, el largo trayecto: de la Trinidad a la Trinidad, pasando por misterios de vida y de muerte, de dolor y de gloria. Menos mal que la Eucaristía es también acción de gracias. Tan solo con ella podemos agradecerte debidamente. Chiara Lubich


[1] Teresa di Lisieux, Gli scritti, Roma 1970, p. 244.
[2] Cf in Off. Festiv. Corp. Christi, Lectio VI, in finem.
[3] Cf Atanasio, Ep. fest. 4,5, PG 26, 1379
[4] Cit. in J. Castellano, Eucaristia in DES, Roma 1975, p. 738.

Irlanda: vivir una espiritualidad de comunión hoy

Irlanda, el país de los arco iris

Curryhills (Prosperous, Kildare), 14 de junio de 2012  – Un diálogo a 360° sobre los temas que más tiene en su corazón el pueblo irlandés. El futuro y las nuevas generaciones, la crisis por falta de líderes, la realización de la persona humana y la experiencia del fracaso, el diálogo. Un coloquio cada vez más profundo hasta llegar al tema de la relación con la Iglesia y con sus instituciones jerárquicas, que se ha exacerbado en todo el país a raíz del escándalo por el abuso de menores.

Estamos en la Mariápolis Lieta, a 35 Km. de Dublín. Es aquí que María Voce y Giancarlo Faletti se encontraron con un centenar de personas de la comunidad y algunos responsables de varios aspectos del Movimiento, después de participar en el Congreso Eucarístico.

Ante la pregunta sobre la Iglesia, María Voce responde ampliando el horizonte, y recuerda la experiencia de Chiara Lubich: cuando las autoridades eclesiales estaban estudiando todo el Movimiento de los Focolares y el carisma donado por el Espíritu Santo no era reconocido, Chiara sin embargo seguía considerando a la Iglesia como su madre.

“En ella existía un amor de hija, que le permitía acoger también los momentos de sufrimiento y vivirlos con confianza, y ayudar a todos aquellos que la seguían a vivir así”. Prosigue enfocando la atención en el hoy: “Nosotros sentimos este dolor porque nos sentimos hijos. Y a todos nos hace sufrir el escuchar decir que tu madre es fea, que no entiende nada, que no sabe estar al paso con los tiempos. Nos sentimos heridos en nuestra carne, no en la de nadie más. Es por lo tanto una familia que sufre por estos defectos, pero que trata de curarlos. Esta “cosa fea” yo tengo que hacerla ser bella con mi vida. Estando dentro y no escapando. Sufriendo juntos y viviendo para que llegue a ser más bella”.

La invitación de María Voce es por lo tanto a creer, con Chiara Lubich. Que Dios Obra en su Iglesia, más allá de nuestra incapacidad de corresponder. Y el co-presidente, Giancarlo Faletti, sugiere que no hay que tomar como buenas todas las cosas que dicen los medios de comunicación, sino que hay que ir a fondo y documentarse, y después trabajar en favor de la verdad. Pero “sólo estando en la Cruz seremos capaces de decir la verdad”, de “llegar al corazón de las personas… y llevar un hilo de vida en este momento tan especial”. “Aunque tiemblen las estructuras tradicionales, esto no nos puede asustar –concluye Faletti- en todo caso tiene que poner en evidencia la primacía de la vida, la necesidad de la comunión”.

img_1771Prosigue en esta línea la última pregunta de la noche: “Fracasar puede ser tan constructivo como tener éxito. ¿Qué importancia tiene la experiencia de los límites personales”. María Voce responde: “Ay de nosotros si pensáramos que no nos equivocamos. También la experiencia del error nos hace bien, nos hace entender mejor los errores de los demás, nos da la capacidad de amar. Obviamente los tenemos que evitar, pero sin presumir que lo lograremos. Sin dejarnos abatir, de lo contrario quiere decir que ya no confiamos en el amor de Dios. Porque pensamos que Él nos mide con la medida que nosotros medimos a los demás, mientras que Su amor (a diferencia del  nuestro) es infinito”. Recuerda las fábricas de alfombras de Estambul, donde aprendió una cosa: “Las mujeres que las hacen dejan siempre un error, para demostrar que sólo Dios es perfecto. Una alfombra perfecta con un pequeño error”. Es la metáfora de la condición humana, creaturas maravillosas, pero frágiles e imperfectas. Esto nos permite hacer la experiencia del amor de Dios que va más allá de nuestros límites.

En estos días estamos haciendo juntos un viaje para entender cómo ser más Iglesia – afirma David Hickey responsable con Juanita Majury de los Focolares en IrlandaHoy hemos empezado un análisis que queremos llevar adelante”. Juanita prosigue: “La participación de los Focolares en el Congreso Eucarístico nos coloca en esta realidad de fe. Creer que tenemos algo que decir y que dar. Lo hacemos porque amamos la Iglesia”.

De la enviada María Chiara De Lorenzo

Irlanda: vivir una espiritualidad de comunión hoy

Ecumenismo, una nueva fase: historias de Irlanda

Kevin McKeague e David McConkey

Kevin McKeague y David McConkey son dos directores de escuela que desde hace años trabajan juntos en diversos proyectos. Hasta aquí todo okey. Pero la cosa interesante es que el prof. McKeague dirige una escuela católica y el prof. McConkey una escuela protestante, y si vives en Belfast, en Irlanda del Norte, no es lo mismo. Las dos comunidades, durante años, estuvieron separadas, en distintos sectores de la ciudad, y en los años de desórdenes han vivido en el terror. “Le he escuchado decir a Chiara Lubich que entre los principios de la revolución francesa, el menos desarrollado es el de la fraternidad. He visto en mi encuentro con David una oportunidad para construir puentes y llevar a nuestras comunidades una inyección de amor” – declara el presidente McKeague. Y los hechos lo demuestran: en el 2009, en un momento en el cual, gracias a los acuerdos políticos, se vivía un momento de paz, imprevistamente la escuela protestante fue atacada. Ningún herido, pero grandes daños. Los primeros en reaccionar fueron  los estudiantes de la escuela católica, que organizaron un concierto, “Todos para todos”, con la ayuda de los jóvenes del Movimiento de los focolares, luego hubo una manifestación pacífica en Stormont, la sede del Parlamento Nord-Irlandés, y el encuentro de una delegación mixta con la Comisión Parlamentaria para la Educación. “En seguida de este testimonio de unidad – cuenta el presidente McConkey- el Ministerio de Educación, que por motivos económicos no quería financiar la reconstrucción de la escuela, decidió reconstruirla inmediatamente: fue la única escuela de Irlanda del Norte que recibió fondos  en ese año”

Rev Brendan Leahy

La platea que los escucha es la reunida para un workshop sobre el ecumenismo, en la jornada dedicada a este tema, durante el Congreso Eucarístico internacional, realizado en Dublín desde el 10 al 17 de junio de 2012. ¿Pero de qué ecumenismo se trata? Lo recordó Brendan Leahy, docente de Teología sistemática en el St. Patrick College de Dublín, y miembro del “Irish Inter-church Meeting”, al introducir la velada. “Existen muchos modos para entrar en el ‘espacio’ del ecumenismo” – afirmó, recordando el origen etimológico griego  del término oeikumene que contiene la raiz de la palabra “casa” (oikos) –“ El ecumenismo es construir juntos una ‘casa’ en la única Iglesia de Cristo”. Diálogo ecuménico como vida, por lo tanto está por encima de todo. Partiendo de los tesoros que los cristianos tienen en común: las Escrituras, el Credo, los escritos de los Padres de la Iglesia, los dones del Espíritu, el testimonio del Evangelio vivido. Un ecumenismo basado sobre todo en el considerar al otro como “parte de mi mismo”, como escribió Juan Pablo II en el 2001, que consiste en dejar vivir al mismo Cristo entre aquellos que están reunidos en su nombre (Mt. 18, 20)

Y la velada está colmada de ejemplos de vida ecuménica. Además de los fuertes testimonios  de los directores nord-irlandeses, tomó la palabra la Rev. Bronwen Carlin, mujer sacerdote de la Iglesia de Inglaterra. Vive ahora en Tipperary, en Irlanda, y es la animadora de un grupo de personas de distintas denominaciones cristianas que se reúne periódicamente para profundizar e intercambiar experiencias sobre la Sagrada Escritura, lo que en el Movimiento de los focolares se llama grupo de la “Palabra de Vida”: “Tratando de vivir juntos el Evangelio de Cristo hemos descubierto que no somos tan distintos. Hemos descubierto la importancia de escucharnos recíprocamente. Es esto lo que me ha permitido participar hoy a un evento tan ‘católico’”

El hecho de compartir entre individuos se convierte luego en grupos que comparten, y he aquí algunos portavoces de Movimientos y Comunidades de distintas iglesias, presentes en Belfast, que cuentan su experiencia de “Juntos por Europa”:  son la comunidad de “Corrymeela”, de “Sword of the Spirit”, de  “ l’Arche” y del  Movimiento de los Focolares. “Sentimos que esta iniciativa que reúne más de 250 movimientos y comunidades cristianas de Europa para el futuro del continente, estaba hecha justamente para la Irlanda del Norte” Y es así que ya en el 2007 se desarrolla un primer encuentro en la Iglesia de Irlanda con 120 asistentes de 7 iglesias diferentes. Una luz de esperanza que se encendió en Belfast. Y desde entonces el camino continuó hasta llegar al pasado 12 de mayo de 2012, cuando justamente en Stormont, se reunieron más de 400 jóvenes, provenientes de escuelas de la República de Irlanda y de Irlanda del Norte, para correr el relevo  mundial “Run4Unity” como signo de esperanza y de paz.

Para llegar a este encuentro las 4 comunidades trabajaron en conjunto, involucrando a las escuelas, y profundizando el conocimiento recíproco, también a través de algunos weekend en el hermoso panorama de Corrymeela, una comunidad que tiene como objetivo exactamente el ecumenismo, la paz y la reconciliación. “Compartir todo entre nosotros se fue volviendo cada vez más profundo, con un fuerte sentido de comunión. A tal punto que nuestra forma de estar juntos me parecía un eco de la Ultima Cena, la Cena del Señor, la Santa Comunión”, cuenta el rev. David Godfrey, acompañado por su esposa Heather. También Thomas Kerr, de la comunidad de L’Arche, donde viven juntas personas con distintas capacidades, subraya un momento especial vivido en este weekend, el gesto de lavarse los pies los unos a los otros. Esto, junto al pacto final de “amarse recíprocamente como Jesús nos amó” ha sellado el camino recorrido hasta allí por los varios movimientos.

Y siempre adelante: después de esta velada en el Congreso Eucarístico “es  más clara la conciencia de que el ecumenismo no es para los especialistas, sino que podemos vivirlo, en el diálogo de la vida, en cualquier lugar estemos”. Son palabras de Renate Kimorek, de los Focolares, moderadora del workshop, que ilustran lo que se ha vivido pocas horas antes en la Arena del RDS donde habían intervenido el Priore de Taizé Frère Alois, y la presidente de los Focolares, María Voce, sobre la “Comunión en un solo Bautismo”. “No alcanzan las conclusiones y las tomas de posición de vanguardia de los teólogos, si luego el pueblo no está preparado –afirmó María Voce, hasta llegar a decir con audacia: “Unidos por esta espiritualidad, quisiéramos ser levadura entre todas las Iglesias y contribuir a acelerar su camino hacia la plena comunión también visible, también eucarística”.

 De nuestra correspondiente Maria Chiara De Lorenzo