Viernes Santo: el grito de Jesús abandonado

 
Un pensamiento de Chiara Lubich para el Viernes Santo.

image009Viernes Santo. Un solo nombre: Jesús abandonado.

Acabo de escribir un libro sobre Él titulado: “El grito”. Lo he dedicado a Él con la intención de escribirlo también en nombre de ustedes, en nombre de toda la Obra de María “como –esta es la dedicatoria– una carta de amor a Jesús abandonado”.

En el libro se habla de Aquel que, en la única vida que Dios nos ha dado, un día, un día preciso, diferente para cada uno, nos ha llamado a seguirlo, a donarnos a Él.

Y se comprende –y lo declaro allí– que todo lo que quiero decir en aquellas páginas, no puede ser simplemente un tema, aunque familiar, cálido, íntimo, sentido; quiere ser más bien un canto, un himno de alegría y sobre todo de gratitud hacia Él.

Lo había dado todo: una vida al lado de María, en medio de incomodidades y en la obediencia. Tres años de predicación, tres horas en la cruz, desde la cual perdona a los verdugos, abre el Paraíso al ladrón, nos da a su Madre. Le quedaba la divinidad.
Su unión con el Padre, la dulcísima e inefable unión con Él, que lo había hecho tan potente en la tierra, como Hijo de Dios, y aún en la cruz mostraba su realeza, este sentimiento de la presencia de Dios, debía ir desapareciendo en el fondo de su alma, hasta no sentirlo más; separarlo de algún modo de Aquel con el cual había dicho que era una sola cosa y grita: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27, 46).

Chiara Lubich
(Pensamiento espiritual del 20 de abril de 2000)
(Pintura de Gianni Daví, artista italiano fallecido recientemente)

 

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