La Economía de comunión (EdC) nace en mayo de 1991 después de una visita de Chiara Lubich a Brasil, como respuesta concreta al problema social y al desequilibrio económico de ese país, y del capitalismo en general. La propuesta, dirigida en primer término a las empresas fue la de poner en común la riqueza generada, y de implementar la dinámica administrativa sobre la base de la comunión y la fraternidad con el fin de construir y presentar una sociedad humana donde, a imitación de la primera comunidad de Jerusalén, “no hubiese entre ellos ningún indigente”.

La Economía de Comunión (EdC) hoy involucra a empresarios, trabajadores, dirigentes, consumidores, ahorristas, ciudadanos, investigadores y profesionales de las Ciencias Económicas. Las empresas que adhieren al proyecto son alrededor de 700 y es significativo su impacto cultural y académico.

Las empresas son el eje del proyecto. Las mismas se comprometen libremente a poner en común las ganancias según tres finalidades dándoles la misma importancia:

sostener, mediante proyectos compartidos basados en la reciprocidad, la subsidiaridad y la comunión, el desarrollo de personas y comunidades que se encuentran en situaciones de indigencia;

difundir la cultura del dar y de la reciprocidad, que es una condición previa para el desarrollo integral y de una economía y una sociedad fraternas y solidarias;

desarrollar  la empresa, abriendo nuevos campos de trabajo y generando riqueza, orientando toda la vida empresarial, dentro y fuera de ella, al bien común.

Además la EdC da vida a centros productivos en las Ciudadelas del Movimiento de los Focolares, con el fin de presentar una zona industrial sui generis, que sea un laboratorio vivo de una Economía de Comunión.

¿Dónde está la novedad?

  • La EdC nace de una espiritualidad de comunión, es expresión del Carisma de la Unidad en la vida civil;
  • Conjuga eficiencia y fraternidad;
  • Se basa en la fuerza de la cultura y de la espiritualidad para cambiar comportamientos económicos;
  • No considera a los pobres como un problema, sino principalmente como un recurso precioso para el bien común.

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