Presidente por un día

 
Nuestras acciones siempre pueden tender a la fraternidad, más aún en un largo día de elecciones.

Tres días antes de la votaciones recibí por correo un sobre que me invitaba a ser presidente de mesa. Era la primera vez que me tocaba y sinceramente no tenía ni idea de cómo iba a ser. ¡Una experiencia totalmente nueva!

Lo que más me asustaba era pensar que iba a encontrarme en medio de “fiscales enemigos” de distintos partidos sin saber qué hacer. Hice el curso on line y otro curso para prepararme pero lo que más me ayudó fue que me propuse vivirlo como una ocasión para servir, fomentar la paz y el diálogo entre fiscales y autoridades. Eso es en el fondo lo que espero de un presidente para mi amada patria.

05-18-elecciones-1024x644Ya tempranito, en la escuela, me encontré con un fiscal de lujo y cuando la mesa estuvo completa les propuse trabajar en equipo y “cuidar las boletas propias como las de los demás”. Todos estuvieron de acuerdo.

Dábamos la bienvenida a la fila e invitábamos a todos a dejar el cuarto oscuro como lo habían encontrado y como les gustaría encontrarlo. Los fiscales generales que entraban a revisar decían: “Es el cuarto oscuro más ordenado”. Ellos no sabían que el mérito era de todos.

No faltaron el cansancio y las dificultades, y también quien, a pesar de los controles, se aprovechó y se infiltró para votar en nombre de otro, actitudes en las que debemos seguir trabajando para corregir como sociedad y para crecer en la conciencia de que todos somos parte de la construcción de la Argentina sin corrupción que soñamos.

Estoy segura de que “uno da lo que recibe y recibe lo que da”. En un momento, en medio del escrutinio, me puse muy nerviosa y no dejé entrar a una fiscal que pidió ingresar al aula (no estaba segura si podía o no entrar y después de más de 15 horas de trabajo a full ya había mucha confusión en mi cabeza como para lidiar con alguien más). Uno de los fiscales de mi mesa, viendo mi perplejidad, me miró con delicadeza y me dijo bajito: “creo que la tendrías que dejar entrar”. Entonces, gracias a ese acto de amor, me tranquilicé y la dejé ingresar. Nos contó que su partido era muy pequeño y que estaba sola para hacer el acta de todas las mesas.

Mi sorpresa fue cuando mis fiscales le dijeron: “Nosotros te lo completamos. Andá y vení a buscarlo en un rato”. La verdad, me conmoví y vi que lo que nos habíamos propuesto al comienzo del día seguía todavía vigente.

Cuando salí de la escuela, a las 23:30, me la encontré con la fiscal en la puerta y le pedí perdón por mi mala reacción. “No problem”, me dijo. La actitud de los demás me había dado la fuerza para seguir amando.

Una vez más confirmé que lo que marca la diferencia entre un pueblo y otro y entre un partido y otro es si estamos dispuestos o no a amarnos y a construir algo mejor, y que es posible trabajar juntos a pesar y gracias a las diferencias. Sólo así la unidad es posible.

Cuando finalmente llegué a casa pude ver los mucho mensajes que tenía y entre ellos éste: “Dani, hoy vi tu estado en Facebook hablando de cómo te preparabas para las elecciones y se lo compartí a mi familia. Justo mi mamá estaba hablando con una amiga que le había tocado de presidente de mesa también, pero estaba amargada por la situación. Le compartimos a ella también tu estado para que vea en la situación una oportunidad para amar y lo empezó a ver de ese lado. Muchas gracias”. En octubre, ¡la historia continuará!

Daniela R. (Bahía Blanca)

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