Una buena compra en el hipermercado

 
También en un hipermercado se pueden poner las bases para un mundo más fraterno como lo manifiesta este testimonio.

Teníamos la necesidad, con mi esposa, de hacer unas compras en el hipermercado, ya que hacía mucho que no lo hacíamos y faltaban varias cosas en la casa. Como la vi bastante cansada por su trabajo le propuse ir juntos. Fuimos al hiper y realizamos compras para varios días. Al llegar a la caja fui vaciando el carrito y mi esposa acomodándolas en las bolsas y luego en el carro. Cuando llegó el momento de pagar tomé la billetera y como tenía las tarjetas de ambos saqué la de ella que tenía más fondos disponibles y se la dimos a la cajera. El total de la compra era de $ 4.370. La cajera hizo el procedimiento para el cobro con tarjeta y nos pasó el ticket para firmar. Yo terminaba de acomodar todo en el carro, mi señora firmó el ticket de la tarjeta y lo juntó con el del super que era bastante largo. Nos dirigimos a la playa de estacionamiento en búsqueda del auto y comenzamos a guardar en el baúl las bolsas. Antes de terminar mi esposa me pasa los ticket y me pide que los guarde. En eso vemos que el de la tarjeta figuraba $ 43,70. Bastante distante de lo que habíamos gastado, nos miramos y realmente haciendo honor al “hombre viejo” la tentación pasó por la mente de los dos. Al principio pensamos que tantas veces “el hiper nos había cobrado mal a su Cajera-supermercadofavor que una vez a favor nuestro…” pero ahí fue cuando razonamos y nos dimos cuenta de que no era justo y no estaba de acuerdo con nuestros principios. Además, pensándolo un poco, la que sufriría las consecuencias de tal error sería la pobre cajera, a la que seguro le descontarían del sueldo el monto faltante o peor, la despedirían por tal descuido. Y sin pensarlo dos veces, le pedía a mi esposa que terminara de acomodar que yo me volvía al hiper y a la caja para arreglar el tema. Llegué a la caja, y la chica, muy jovencita, estaba ocupada con gran cantidad de mercadería y atendiendo a otros clientes. Me miro y me dijo si había algún problema. Me acerqué y le mostré el ticket de la tarjeta por $ 43,70 y no entendía nada, entonces le mostré el del detalle de mercadería por $ 4.370 y casi le dio un ataque. No sabía que hacer. Y sólo le dije que me cobrara la diferencia y listo. Ella no lo podía creer, le temblaba la voz y las manos. Se puso muy nerviosa y casi lloraba. Comenzó a agradecerme manifestando que la hubieran suspendido entre diez o quince días con el descuento del monto faltante. Le manifesté que era lo que correspondía hacer, sin embargo no dejaba de agradecer. Como sería su desesperación que la gente que estaba siendo atendida no dijo nada. Me seguía agradeciendo, así que la tranquilicé, y luego de hacer la resta con la calculadora del celu, me cobró, ya que no podía ni sacar cuentas la pobre chica. Terminamos todo, y agradecido por última vez, le dije que lo tomara como la anécdota del día y agradecí a Dios por impulsarme a hacer lo correcto. Al salir del hiper e irnos con mi esposa, los dos estábamos muy contentos de haber actuado así, sobre todo porque le ganamos a la tentación y ese era el triunfo. Y fue cuando dijimos: “lo barato hubiese salido caro”, para la pobre chica y para nuestra tranquilidad de conciencia. ¡Dios nos pone pruebas a cada momento!

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