Ir más allá

 
En cualquier oportunidad y en cualquier lugar se pueden presentar oportunidades para poner en práctica la Palabra de vida, es decir actualizar con nuestras acciones el Evangelio. Dos breves testimonios.

En el avión

tapa_julio_2En el mes de julio y a pedido de mi hija que vive en Ecuador fui invitado a pasar unos días de vacaciones .Como soy una persona mayor me designaron una azafata para que me trasladaran de un lugar a otro .

En un momento del vuelo entre Perú y Ecuador me toco de compañero de asiento. Un sacerdote muy joven . Compenetrado en su computadora sentía que no tenia como establecer un dialogo con el, ni siquiera un saludo. Entones decidí ponerme a leer la revista Ciudad Nueva que justamente la recibí antes de salir .
En algún momento vio de reojo algo que le llamo la atención y pudimos al fin entablar un dialogo. Nos saludamos, me comento que estaba en Estados Unidos, que todo estaba muy difícil también por esos lugares.
Cuando bajamos, en el aeropuerto de Ecuador, teniendo la Ciudad Nueva en la mano se despidió y se la llevo. Pensé que serí un acto de amor para él que no me devolviera la revista.

(Maximino A., Mendoza, Argentina)

La tarde venía bien

La tarde venía bien. Llevé a mi hija a patín cosa que no resultó tan complicada como habitualmente lo es y, “ya que vas”, me pidió ir a retirar un electrodoméstico que habíamos dejado reparando. La tarde venía bien pero ¿a quién se le ocurre estacionar ocupando mas de la mitad de la puerta del garage de nuestro edificio?
2012-04-16-17-copia¡Uy que bronca!
Me bajé con cara de pocos amigos. Mi respiración ya no me dejaba pensar mucho. Por suerte no estaba el chofer.
Justo sale de la puerta principal un vecino del consorcio y me dice “no te preocupes a mí me pasó lo mismo. Abrí la segunda puerta del garage y entrás”.
Me pareció una manera muy simplista de abdicar a mis derechos pero era una solución rápida. “Después llamaré a la grúa”, pensé.
Entro el auto, cierro las puertas del garage y me doy cuenta que otro vecino está por entrar.
Mi primera reacción fue la de no ver nada, que se las arregle. Además, estaba por llamar a la grúa, aunque yo no estaba perjudicado.
Enseguida me di cuenta. ¿Por qué no abrir yo las dos puertas y hacerlo entrar?
Probemos.
Pude verme reflejado como en un espejo lo que había ocurrido segundos antes: mi vecino con cara de pocos amigos insultando al dueño -ausente- del auto y, a los pocos segundos, ver la cara transformarse por alguien que te tira una mano.
Le abrí la segunda puerta del garage por donde pasaba justito. Y… ya que estamos la cerramos y para “ponerle el moño” lo esperé a que estacione.
Los dos salimos como perros furiosos a la calle. El auto que bloqueaba nuestro garage en el entretiempo se había ido. Con un chiste pudimos cerrar el tema.
Volví a mi casa pensando que mi vida -como mi tarde- puede venir bien y, de repente, estar bloqueados. Yo recibí ayuda de mi vecino, yo fui la ayuda a otro vecino.
La tarde venía bien pero se puso mas interesante todavía.

(Q.S. Rosario, Argentina)

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