Palabra vivida: Ir al encuentro de los otros

 
Un llamado telefónico, un viaje imprevisto, pueden cambiar nuestra rutina y, si aceptamos el desafío, abrirnos horizontes nuevos.

Abrir la puerta al desconocido

Desde hace algunas semanas, con la comunidad estamos viviendo una hermosa experiencia. Un día recibimos desde Santa Fe el pedido de buscar a unas chicas de una ciudad del interior de la Provincia de Entre Ríos que estaban en el hospital cuidando a una tía desde hacía una semana y estaban solas. El pedido nos llegaba de una persona de la comunidad de esa ciudad que se había enterado de la situación pero que no las conocía. La propuesta: ver qué necesitaban, en qué les podíamos ayudar.

A una de nosotras le vino inmediatamente a la mente la Palabra de Vida del mes y dijo: “abrir la puerta al desconocido” y, venciendo la reticencia de una u otra, preparamos termo, mate y un pedazo de budín recién hecho y hacia allá fuimos para ir a conocerlas.

Resultaron ser dos personas encantadoras que, con gran amor, no querían separarse de la enferma. Y de allí en más una serie de encuentros: ducha y cena en una de nuestras casas, unos mates en una plaza cercana, contacto diario por whatsapp al que agregamos el “pensamiento del día”, algunas visitas al hospital, hermosas charlas en donde pudimos conocer un poco sus vidas, sus vivencias, su fe.

La historia del movimiento y nuestro Carisma les atrajo mucho y una de ellas pidió un contacto en su ciudad. Hoy se comunica con una de las voluntarias de su ciudad y con la adherente que dio origen a todo.

Como ya hace más de un mes y la situación parece prolongarse, les ofrecimos alojarse por la noche en una casita del Movimiento donde, a menudo, los fines de semana se hacen algunos de nuestros encuentros.

Es realmente una cadena de amor concreto que genera en E. y R. un gran agradecimiento y en nosotras, la alegría de recibir en ellas a Jesús que nos sorprendió llamando de este modo a nuestra puerta.

Cristina y María del Carmen (Comunidad de Paraná, ER, Argentina)

Salir de nuestro “hombre viejo”

Ayer mi esposa llegó de otra ciudad a la que había ido porque estaba grave una tía hermana de mi suegra y viajó con ella y mi cuñada. Después de un par de días de haberme quedado sólo con mis hijos me sentí cansado de las demandas contínuas de los chicos y empecé a perder la paciencia. Después de un rato que dominó mi “hombre viejo” (como dice San Pablo), me puse a leer los WhatsApp y el pensamiento del día me hizo darme cuenta de que los chicos se habían puesto más demandantes y sensibles porque estaban extrañando a su mamá. Así que me involucré en sus juegos, dejando de lado otras cosas que hubiese querido hacer. Fue muy hermoso. Inventamos un juego en la pileta que fue un éxito. Ellos se divirtieron y a mí se me fue la mala onda. Agradecí mucho este momento, y me dí cuenta de cuánto a veces necesitamos una ayudita externa para motivarnos a salir de nosotros mismos.

C. (Entre Ríos, Argentina)

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